Ni sensacionalismo ni negacionismo
Razón, sentido común y unificación de criterios debieran ser las pautas a seguir por los medios de comunicación y los organismos oficiales a la hora de predecir en un caso y de informar en otro sobre el presente y el futuro del covid-19.
No es ni bueno ni deseable mantener a una sociedad en constante vilo, como tampoco lo es el cercenarle el futuro con predicciones de terceras o cuartas "olas" de la pandemia, carentes de evidencias científicas y solo basadas en teorías muy particulares y que no pasan de ser eso: simples teorías, que terminan confundiendo a la sociedad, sean estas expresadas por científicos o por seudocientíficos, seguidores dogmáticos de las estadísticas y de los cálculos de probabilidades.
En el extremo opuesto se encuentran quienes, sin negar la realidad, relativizan sus efectos y cuestionan las medidas que, como recomendación o como obligación, las autoridades sanitarias han impuesto para frenar lo que es innegable desde cualquier punto de vista: el contagio y la expansión del virus. Por ello, sin entrar a juzgar intenciones, sí hay que hacerlo con los hechos. Y el sensacionalismo informativo es de por sí no solo una mala praxis periodística, es además un daño innecesario para quienes son asiduos lectores o utilizan -porque se lo creen sin más- lo en ellos publicado respecto de la situación sanitaria real de la población a la cual va dirigida la información.
No pasa un día sin que los datos que se publican sean de difícil comprensión, con enmarañadas cifras que se comparan con otras anteriores, sin mantener siempre el mismo patrón, y que traen como consecuencia que cada cual las interprete a su libre albedrío. Desde el comienzo del virus se han manejado cifras que, si bien al principio eran confusas tanto en el diagnóstico como en su incidencia sobre la salud por ausencia de medios diagnósticos, hoy no resisten en la mayoría de los casos un mínimo de rigor. Es difícil saber si vamos a mejor o a peor; pues cuando las cifras de contagio aparentemente son positivas, se comparan -para que así no aparezcan- con otras mucho mas anteriores; o añadiendo "peros" del aumento de fallecidos, o del número de ellos en un día, con lo que la noticia al final no aclara nada, no informa nada y solo termina en un titular sensacionalista que preside las cabeceras de los diarios o abre los informativos, pero que lo único que consigue es generar dudas que en nada favorecen al público a quien se dirigen, y de las que se aprovechan quienes niegan la realidad, la efectividad, y siembran la desconfianza.
Deben las autoridades preocuparse mucho más de las informaciones que aparecen en los grandes medios informativos que de aquellas que "alguien" escribe en redes sociales. Pues la sociedad española no es tan tonta como para creerse lo que se publica en redes, si no es que antes lo han extraído -y a veces manipulado- de los medios de comunicación. Son los informativos de mayor influencia los que sientan criterio. Y son a estos a los que debiera exigírseles que la información, al menos respecto de los datos que publican, salga solo de fuentes oficiales contrastadas. Con una predicción real, hecha por los expertos oficiales y no por los que solo buscan notoriedad, con vistas a la evolución del virus, a corto y medio plazo. Todo lo demás es generar desconfianza, duda y pesimismo. Y todo esto no conduce más que a dar pábulo a quienes defienden el "yo hago lo que quiero", que no deja de ser una filosofía libertaria, que -por cierto- es el camino que ha retomado el progresismo más rancio, y que solo generará insolidaridad, egoísmo, que son las primeras muestras de una sociedad camino de la putrefacción.
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