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Educación diferencial e integral

23 de Noviembre del 2020 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Cuando era niño, no es que la escuela no me gustara, es que no la entendía. Es decir: me sorprendía. No era un mal principio, pues ahora sé que sorprender debería ser uno de los objetivos de la escuela (si no llegase a asustar). Entonces compartí aula con alguien que no era un estereotipo de normalidad (pero quién lo era). A pesar de sus esfuerzos, no alcanzó sus máximas posibilidades al no haber tenido una educación diferenciada. Si bien todos los niños se beneficiaron de su compañía y aparentemente llegó a ser una persona feliz, siempre estuvo buscando ser útil a los demás hasta su muerte.

Es posible que yo no sea un experto en materia educativa, pero opino que en España nunca hemos diferenciado adecuadamente para luego integrar, incluir y unir. Algunos no opinarán igual, pero educar es conseguir que los discentes sepan integrarse a la sociedad después de haber aprendido a conocerse a sí mismos y a confiar en sus capacidades sin miedo. De esa forma sabrían estar y comprender a cualquier sociedad. Pero, aunque el objetivo final sea integración, inclusión o unión, no habría nada creativo, dinámico y diverso en la sociedad si no existiese una educación diferenciada previa. Eso exige libertad de los padres para elegir escuela, y diversidad en las escuelas. Luego vendría la igualdad de oportunidades para que los discentes puedan desarrollar sus capacidades para decidir y elegir. Sin embargo, tras ocho leyes de Educación y seis gobernantes, parece que se quiere que no sepamos elegir y decidir. El objetivo parece otro. Ya lo decía Votaire: "Es difícil liberar a los tontos de las cadenas que veneran".

Ahora tenemos una nueva ley y en ella no se trata de diferenciar para integrar o incluir o unir después, sino de construir bloques monolíticos, cada uno con sus peculiares anteojeras: no se ofrece la posibilidad de elegir ni de siquiera mirar. Si hubiera libertad, los discentes elegirían sus propios dogmas después de adquirir el conocimiento de los otros dogmas ideológicos. Pero con la nueva ley, a la vista de lo que se dice en ella, no se pretende que el discente tenga capacidad de decidir y elegir individualmente de la diversidad; y no veo qué tipo de sociedad resultará de ello. Pero tengo claro que no se pretende libertad, sino dar facilidades a populismos y nacionalismos programando ignorancia sin posibilidad de comunicación vehicular mutua, e incluyendo la veneración de las cadenas. Así se exaltará hacia el caos que se quiere hacer surgir a las víctimas desvalidas que serán conducidas por sus privilegiados líderes. Cuya hegemonía (dictadura es muy fuerte) sobre sus desvalidos conocimientos confirmaría su privilegio a alternarse protegiendo su mediocridad para siempre, con una nueva ley cada vez.

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