Golf, refugio frente al virus
El golf es un deporte seguro, segurísimo, para practicar en tiempos de pandemia. Se juega entre impenetrables bosques, traicioneros obstáculos de arena y ríos y lagos punitivos; si no se guarda la debida distancia social, lo más probable es acabar en urgencias con cinco dientes en la mano, y, por añadidura, se han desarrollado estrictos protocolos para imposibilitar la transmisión del virus en nuestros campos.
Es un agradable paseo por la naturaleza, que te obliga a concentrarte para "darle a la bolita blanca". Por un momento, despejas tu mente de todas tus preocupaciones y te focalizas en pegarle bien a la bola, mientras ejercitas tu físico y respiras aire puro. Antídoto perfecto contra la monotonía y el sedentarismo promocionados por el confinamiento.
Las partidas se conforman por un máximo de cuatro personas, menos del límite exigido en reuniones sociales. Además, teniendo en cuenta que buena parte de ellas las forman matrimonios y parejas, podría permitirse salir al campo únicamente con familiares. Pero si a pesar de todo las partidas colectivas comportan un riesgo, podría incluso jugarse individualmente, de uno en uno, manteniendo una distancia de seguridad de unos cuatrocientos metros entre individuo e individuo.
Los campos de golf precisan de un cuidado exhaustivo que supone un alto coste para los clubes. Aunque estén cerrados, hay que seguir manteniéndolos. Y, sin ingresos, complicado. Todo sea dicho, después del primer encierro se ha experimentado un notable aumento en las altas de federados y en el número de green fees vendidos, buen reflejo de que la sociedad se siente segura y cómoda jugando al golf.
Lo más frustrante de todo es ver en las redes sociales cómo amigos golfos de otras comunidades autónomas tienen abiertos los campos y siguen disfrutando de ellos mientras que en Asturias -en un acto más de obstinación de nuestro presidente- los tenemos precintados. Lo del hoyo diecinueve, todavía, pero los otros dieciocho...
Esperemos que se acabe imponiendo la lógica y el sentido común para poder patear, de nuevo, los roughs, calles y bunkers pegando filazos, chinos y sapos, aunque sea. Porque después de este parón forzoso, habrá que echar unas cuantas horas en la cancha de prácticas si queremos que vuelvan a salir los pares y los birdies. Volveremos.
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