¿Estamos curados de espanto?
Mientras llega la ansiada vacuna que nos inmunice contra la pandemia, estamos ya curados de espanto, aunque no inmunizados, contra los desmanes de nuestra clase política, que cada día que pasa se superan a sí mismos en sus desvaríos y arbitrariedades, que llegan a rozar lo esperpéntico. Y no exagero.
Me limito a constatar la realidad que nos está tocando vivir. En la era por excelencia de las comunicaciones, resulta paradójico que exista una absoluta incomunicación entre los diferentes partidos en materias que nos afectan a todos, sin excepción. No es de recibo que, en asuntos de interés general, tan sensibles como la sanidad y la educación, no solo no se pongan de acuerdo, sino que planteen estrategias y objetivos diametralmente opuestos, pensando solo en los intereses partidistas y no en el de los ciudadanos, como depositarios que son de nuestros votos.
Me pregunto si estamos o si deberíamos estar ya curados de espanto, y tengo la sensación de que hemos tirado la toalla, de que aceptamos resignadamente cómo son las cosas y de que no podemos hacer nada por mejorar la situación. Y claro que podemos, podemos hacer ruido, que no es poco.
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