La ley Celaá perjudica a la mayoría
Recientemente se ha aprobado en el Congreso la ley de Educación, llamada también “ley Celaá”. Uno de los puntos de la ley es que en Secundaria se puede pasar de curso sin límite de suspensos. Creo que esto degrada aún más la educación estatal (escuela concertada y escuela pública) ya que desincentiva el esfuerzo, las ganas de ir a más.
Perjudica a la mayoría de los escolares porque van a tener una visión de la vida como un tránsito fácil de pasar, ya que no hay grandes obstáculos. Es engañarlos. Los críos a partir de los 12 años tienen que saber que les espera un camino a veces espinoso, como nos decían antes. Con esto no quiero decir que se les torture, pero de lo poco a lo mucho hay un medio. Esto traerá malas consecuencias en el futuro cunado se incorporen al mercado laboral, donde se entra en un mundo competitivo en el que hay que aprobar.
Uno de los lemas principales de la izquierda es el de la igualdad. En este caso conseguirán la igualdad en este colectivo, pero los perjudican respecto a los que van a la enseñanza privada, que en algunos casos es de mucha exigencia. En un futuro seguro que los empresarios leerán el historial de sus futuros trabajadores, sobre todo de los de más cualificación, que espero, por el bien de la economía cada vez haya más, y me temo que los de la educación estatal salgan peor parados.
Los intelectuales de la izquierda tenían que criticar más este igualitarismo. Así no se consigue que un país prospere, donde la calidad del capital humano es uno de los principales pilares. Lo malo es que estos señores trabajan casi todos en el sector público, en partidos políticos o en sindicatos, y ven la vida bajo la órbita de que el futuro consiste en aprobar unas oposiciones a funcionario. No es así de fácil. En el sector público trabajan 3,2 millones de ciudadanos y en el privado 16,5, que, por cierto, son los que mantienen al resto de 31 millones de españoles. También se les perjudica porque muchos querrán entrar en universidades privadas de mucho prestigio en el que se exigen, para el acceso, pruebas difíciles.
La solución está en la familia. La familia que estimule a los hijos, que les haga un seguimiento, que incluso les hagan exámenes para comprobar que se saben la materia. Hay que recuperar el criterio del esfuerzo y la evaluación, porque la competitividad es propia de este mundo, y es imprescindible para el progreso de la sociedad. De lo contrario iremos poco a poco para atrás, es imperceptible, pero si el sistema educativo sigue así, dentro de diez años nos preguntaremos que cómo fue posible que España sea pobre.
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