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De Teverga a Fuentes del Narcea

3 de Febrero del 2009 - Celso Peyroux (Teverga)

Hay un bello rincón de la Asturias profunda, un poco perdida pero nunca olvidada, que han dado en llamar, como destino turístico, Fuentes del Narcea. Una comarca integrada por los concejos de Cangas del Narcea, Ibias y Degaña, donde el yunque del silencio se oye en todos los valles y donde el dios Chronos se detuvo para preservar la naturaleza, pero también donde el tiempo avanza en busca de los días perdidos y de horas llenas de esperanza.

Un solar éste lleno de historia y de leyendas por donde camina Busgosu –la divinidad de los bosques– en días como éstos, donde las bayas del acebo son una romería, ya comienzan a apuntar los brotes más tempranos. Donde el oso busca refugio para pasar la invernada, se esconde el urogallo bajo las aceberas, cantan los ríos llevando en sus aluviones las voces y los ecos de quienes vivieron y convivieron en los valles y aldeas, besa la nieve las cumbres, fermenta el vino con el color de una puesta de sol («Permitidme que sacie vuestra sed, con el fruto de mis viñedos, ilustre Narcea...»), las manos del arte-sano de los ceramistas y cunqueiros modelando el barro y acariciando la madera, y las gentes generosas y hospitalarias reciben a los visitantes con los brazos abiertos al olor y a la luz de una lumbre crepitante.

El pasado otoño se celebraba en la «cajita de bombones» que representa el teatro Toreno de la villa canguesa unas jornadas sobre turismo rural para investigar, potenciar y difundir esta modalidad de vivir en el campo oyendo el canto del gallo, el mugido de las vacas, el olor de la gleba, respirando el aire puro y la paz y el sosiego que entran hasta lo más profundo del alma. Y culminando esta pirámide, los hombres y mujeres que, desde la noche de los tiempos, tienen a bien recibir a los foráneos como hacía el «vecindeiro» de los vaqueiros de alzada.

Escritores, técnicos, profesionales, cineastas y un público selecto nos hemos dado cita durante unos días para comentar y discutir, ver, oír y hablar sobre el turismo que nos llega a las zonas rurales y sus circunstancias. Alto nivel en las propuestas, ponencias, mesas redondas, debates, viajes y unas conclusiones engarzadas en una visión cosmogónica y universal. Esto es la unión de todos para salir adelante, bebiendo de los versos del poeta hindú: «No llores ante un atardecer, porque las lágrimas te impedirán ver las estrellas».

En días soleados, desde la Ferreirúa, la cumbre más alta del lugar donde me nacieron, se vislumbra a lo lejos el Cueto de Arbás, que como una centinela guarda y vigila la comarca. Corias, con su monasterio secular, marcará un antes y un después, y Naviego, arriba, hasta las mismas faldas del mítico pedrusco convertido en tótem. Ambas comunidades, tan lejanas en el espacio y tan cercanas en el corazón de los tibericenses y de los ribereños del Narcea.

Y como de bien nacidos es ser agradecidos, no me duelen prendas para enviar merced y las expresivas gracias a quienes con una ardua labor han llevado a cabo el encuentro. Magdalena Álvarez Coque, presidenta de la Asociación de Turismo Rural, y todo su equipo de colaboradores; Adriano Berdasco, presidente de la Federación Asturiana de Turismo Rural, con los suyos; los profesionales del sector; vinateros y artesanos, que han estado a la altura de las circunstancias; a los hosteleros, por la exquisita cocina que preparan; a los vinateros y sus viñas, donde Baco se hubiera quedado a vivir para siempre; a Covadonga Vigil y a todos los congresistas que participaron dando lo mejor de cada uno.

Mi agradecimiento por el galardón recibido. Ser profeta en una tierra que no es la tuya no tiene palabras; mi cálamo para describir el entusiasmo y el calor que trasmina lo más profundo de los sentimientos. Ocupará la «cimbreira» recibida del inolvidable artesano de Degaña –llamado, para más señas, Victorino el de Trabáu– un lugar preferido, y dentro de ella, las muestras de afecto y la esencia de aquellos días azules compartiendo opiniones, a través del don de la palabra y con el pensamiento de que dentro del espacio rural y de otras latitudes un mundo mejor y más solidario aún es posible.

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