Patinetes progresistas
Aldous Huxley publicó en 1932 “Un mundo feliz”, su obra más famosa, donde describe un mundo utópico en el que la humanidad, una vez erradicada la guerra y la pobreza, era perfectamente feliz.
A ese mundo estábamos abocados, sobre todo desde que el Gobierno que nos gobierna alcanzara el poder. Relacionen e interioricen: Sánchez/Iglesias = Un mundo feliz.
Huxley prometía el Nirvana, previa desaparición de la familia, la religión, la cultura, la literatura, la ciencia, la filosofía y el amor.
No pudo prever un elemento discordante, de amplia implantación en nuestros días, que nació como un hongo y se multiplicó como un hongo, hasta saturar las calles y la paciencia de los ciudadanos.
Me refiero, lógicamente, al patinete eléctrico, ese artilugio que traían los Reyes Magos para divertir y entretener a los niños durante un par de semanas, y que ahora, con motor eléctrico, se ha convertido en una plaga de jóvenes y adultos que molesta, incordia y pone de mala leche a invasores e invadidos, sin respetar edad, preferencia, tranquilidad, velocidad y espacio.
Nuestras autoridades nos lo habían puesto “fácil” a todos los automovilistas con el resalto revienta lumbares y todoterrenos, dos señales previas en el poste que hay antes del paso de peatones, cinco límites de velocidad seguidos (70, 60, 50, 30, 10), los pasos de peatones coloristas, un espacio para que las bicis y patinetes se pongan delante de ti, un stop del suelo pintado con la bandera gay y, por fin, un semáforo inclusivo, que te obligue a parar.
Después del semáforo un agente de la autoridad municipal con taco de multas y bolígrafo en ristre.
–A ver, Ud., el del patinete, póngase aquí.
El agente, que ya tiene una fila de usuarios de patinete eléctrico, sumisos y abochornados, empieza a enumerar los motivos de sanción según el nuevo Real Decreto auspiciado por la DGT, y al que el ministro Marlaska se ha referido apuntando que, con esta modificación en la normativa, a los patinetes se les “aplica el reglamento general de circulación, por lo que les obliga a respetar las normas como al resto de vehículos”.
El objetivo marcado es el de acabar con la selva en la que se han convertido muchas calles de nuestra ciudad, y relacionado con el uso de los “vehículos de movilidad personal” (los VMP), categoría que se refiere a todos aquellos “vehículos de una o más ruedas dotados de una única plaza y propulsados exclusivamente por motores eléctricos (excluidos los que emplean las personas con movilidad reducida) que pueden proporcionar al vehículo una velocidad máxima comprendida entre 6 y 25 km/h”.
Es decir, se refiere concretamente a los cada vez más numerosos patinetes eléctricos que monopolizan el uso y ocupación de calles y aceras de nuestras ciudades.
Atención. “Se prohíbe su circulación por las aceras y por las zonas peatonales”. (Repito, prohibido en aceras y zonas peatonales).
“Tampoco podrán hacerlo por vías interurbanas, travesías, así como autopistas y autovías que transcurran dentro de poblado, ni en túneles urbanos”.
“Sus conductores tendrán que cumplir las normas de circulación como el resto de vehículos, por lo que podrán ser sometidos a controles de alcohol y drogas, y no podrán usar auriculares cuando circulen”.
La guinda a este R. D., que también incluye velocidad, radares, etc., la pone la “genial” iniciativa de colapsar arterias en nuestras ciudades, obligando a que los coches circulen a menos de 30 km/h en las calles de un único carril por sentido de circulación.
Objetivo final: Empujar a la “chusma” a desplazarse en autobuses articulados, apretados como sardinas en lata, mientras nuestros dirigentes disfrutan de calles despejadas, chófer mediante, en sus coches oficiales eléctricos de 90.000 euros, por aquello de cumplir con la “Agenda 2030”.
Objetivo inicial: Reducir la siniestralidad, reducir el uso del vehículo privado y aumentar la recaudación por multas.
Siempre el mismo truco; creamos una necesidad o un hobby, y una vez masificado, le ponemos un impuesto. No falla (recuerden los coches diésel).
La anécdota. Tengo un vecino, virtuoso del patinete, que se hace llamar “Spiderman”. Hace unos días me encontré con su padre:
–Hombre, vecino, ¿qué tal tu hijo?
–Bien. Se le han caído 5 dientes.
–¡Pero si tiene 37 años!
–Ya, y un patinete eléctrico.
Saludos cordiales.
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