Mi primo, mi héroe
Estos días los medios no paran de elogiar la figura de Diego Armando Maradona, un dios del fútbol y héroe para muchos. Sin embargo, yo quiero utilizar este pequeño espacio para elogiar a mi héroe personal, mi primo Ignacio. Falleció el pasado sábado con 30 años, la mitad de edad que Maradona. En la mitad de tiempo de vida le dio tiempo a innumerables éxitos, ninguno relacionado con el fútbol, pero todos ellos maravillosos.
Desde pequeño tuvo una imaginación desbordante que le hacía ser especial. En las reuniones familiares, hacíamos teatro y espectáculos basados en sus ocurrencias buscando hacer reír a los demás, costumbre que ha mantenido durante toda su vida. Cuando tenía 8 años, su hermano Ramón apareció en nuestras vidas. Lo adoptaron de la República Dominicana y él fue el responsable de su adaptación. Le ayudó a integrarse en nuestra familia, en su grupo de amigos y en todo su entorno de Gijón. Siempre a su lado, ayudándole y guiándole, un logro por el que tiene que sentirse orgulloso. Durante su infancia y adolescencia fue un niño muy feliz, siempre haciéndonos reír a todos y buscando el lado bueno de las cosas.
Se fue a estudiar a Salamanca, donde coincidimos, y pude seguir siendo testigo de que allí también dejó huella a todo su alrededor gracias a su alegría y entusiasmo. Siempre fue un gran deportista y en sus últimos años jugó en el equipo de hockey del Grupo Covadonga, donde estoy segura que guardarán un buen recuerdo de él.
Su encanto también conquistó a Carla, un ángel que ha entrado en nuestra familia para siempre, que le ha ayudado incondicionalmente y ha sido nuestro apoyo durante esta dura batalla.
Hace ocho meses el (maldito) cáncer llamó a su puerta. Le detectaron un sarcoma que hizo que le amputaran un pie, pero este duro golpe no impidió que cambiara su carácter. Se lo tomó con un humor y un optimismo admirables, incluso empezó a grabar un podcast de humor con sus amigos para animarnos el confinamiento. Desgraciadamente, la enfermedad siguió progresando, y la falta de un tratamiento efectivo hizo que en pocos meses tuviese este desenlace fatal.
Cualquiera que haya tenido la suerte de conocerle sabe que tenía un humor y un optimismo inagotables, nunca se quejaba y disfrutaba de la vida al límite. Está claro que las enfermedades son imprevisibles y escogen a las personas que menos se lo merecen.
Lo peor es que, con esta situación, y a diferencia de Maradona, nosotros no podremos despedirle de una forma “digna”.
Una buena amiga nuestra ha decidido que, como él nos hacía la vida más fácil a todos, tenemos que compensar su pérdida y hacer de la vida un lugar mejor. Creo que es la mejor manera de recordarle, aunque nunca podremos llenar el vacío tan grande que nos deja una persona tan extraordinaria como él.
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