¿Qué pasa cuando se muere tu psiquiatra?
Ayer, 30 de noviembre del 2020, nos dejó Durán.
En los periódicos se habla de su gran interés, de su trato humano con los pacientes... pero claro, a diferencia de cuando se muere otro tipo de médico, en este caso no se incluyen testimonios ni dedicatorias de sus pacientes, no se habla de a todos los que nos curó o de cómo nos cambió la vida.
Ni él, ni su familia, ni sus informes pueden desvelar el secreto profesional, pero yo sí.
Sí, yo fui paciente de Durán, de los 17 a los 20 y gracias a él estoy hoy aquí y tengo 28 años.
Durán era mi psiquiatra y ese “mi” le otorga uno de los papeles más importantes de mi vida, porque sólo hay uno, porque fue el médico que más me ayudó, trató, comprendió, escuchó, supo guiarme y que mejor me conoció.
Terapia, EMDR, hipnosis, medicación, regulación, cambios... a Durán no se lo puse fácil, pero siempre estuvo ahí. Podías llamarle si te encontrabas mal, te llamaba él cuando sabía que el cambio de medicación podía tener consecuencias, te ponía en preaviso de las posibles secuelas o trastornos que te ocurrirían en los próximos días... además de curarme me enseñó a entenderme y con él nunca me sentí sola o abandonada, ¿qué más se le puede pedir a un psiquiatra?
Me entristece enormemente que se haya muerto, porque ya sé que nunca son tus amigos, pero eso no evita que les tengas mucho cariño.
Estoy segura de que al igual que yo, hoy la mayoría de sus pacientes sienten que han perdido aquella “piedra a la que agarrarse”, hoy nos toca cerrar una etapa, amigos loquitos (Durán se reía mucho cuando soltaba este tipo de comentarios), pero recordad que como él siempre nos decía con su tono bajito, pausas marcadas y palabras muy bien medidas: “Puedes tener esa piedra, pero tienes que ser consciente de que es una piedra”.
Ya no te tenemos a ti para cuidarnos, pero siempre nos quedarán las pautas con las que nos enseñaste a seguir disfrutando y manejando nuestras vidas.
Gracias y hasta siempre.
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