Ley Celaá o ley para generaciones gregarias
Parece ser que está en tramitación una nueva ley educativa en España que es conocida como la “ley Celaá”. Esta ley, como así debiera ser, no tiene por objeto formar a nuestros niños y jóvenes en una formación actual, adaptada a los nuevos tiempos, integral, práctica para la vida adulta, que sirva de forma eficaz cuando terminen los estudiantes de todo tipo de materias para encontrar una salida laboral, en fin, para saber solucionar los problemas que siempre surgen en la vida.
Se trata de todo lo contrario. Es sabido que a lo largo de la historia humana, salvo excepciones en épocas y lugares muy concretos, los que en cada momento y lugar ejercen el poder siempre han querido que sus gobernados fueran dúctiles, sumisos, lo más ignorantes posible. Ello es lógico, pues si al pueblo se le forma en un sistema de pensamiento crítico, especialmente en la denominada “res publica” o “cosa pública” y en el contexto de una “sociedad abierta” –Karl Popper–, dicho pueblo será crítico, exigirá sus derechos porque son derechos que pertenecen a todo el pueblo y no a los gobernantes, por lo que será mucho más difícilmente manipulables y con mayor tendencia a la rebeldía civil. Ejemplos, ya digo, son innumerables, pero por poner ejemplos concretos y cercanos la dictadura de Franco fomentaba el fútbol, los toros, el folclore y el Nodo para tener a los españoles distraídos. Hoy día es prácticamente lo mismo, pues seguimos con el fútbol a todas horas, programas basura sobre supuestos cotilleos degradantes que son siempre los mismos y un afán desproporcionado por la imagen.
Pues, bien, nuestros políticos actuales, la generación menos formada e ignorante de toda la historia, es precisamente lo que busca: tener una sociedad dividida en espectros sociales lo más amplios posibles para que sea de forma práctica absolutamente dependiente del poder y sin ningún tipo de recursos personales hacia la crítica en todo aquello que, más allá de tendencias políticas de un lado o del otro, abordan problemas objetivos, manipulando con unas supuestas ideas políticas de un signo u otro –que esta clase política en modo alguno poseen más allá de meros eslóganes publicitarios– al pueblo que, en su mayoría, han vivido una tendencia política u otra por tradición familiar y que igualmente empieza y termina en eslóganes o ideas vacías de contenido. Estudios sobre este grado de ignorancia existen muchos que salen a la luz de vez en cuando y acreditan el grado de desconocimiento absoluto, tanto de geografía española o la ignorancia de la más inmediata historia reciente de España, como la dictadura franquista o la existencia de ETA durante décadas.
Concluyendo, puede decirse que esta nueva y enésima ley de educación refuerza al máximo esa tendencia al desconocimiento, estulticia e ignorancia a fin de tener una ciudadanía lo más “entretenida” y estulta posible en asuntos sin trascendencia alguna, y así los gobernantes hacer sus tropelías sin coste alguno. El último ejemplo es que dejará de ser obligatorio en las escuelas aprender a hablar español –que no castellano– en un guiño a los independentistas vascos y catalanes a cambio de apoyos en el Parlamento; me estoy refiriendo a suprimir eso que llaman “lengua vehicular” y que es que todos sepan hablar español en España y que dejará de ser obligatorio, de forma que en unas pocas décadas no tendremos ni nación ni pueblo español, sino que cada uno irá por su camino según los idearios de cada autonomía donde resida. En fin, la finalidad de todo ello es inquietante y perversa. Ojalá el pueblo y los alumnos no se dejen engañar por estos dirigentes rayanos en la imbecilidad y perversidad y mediten que el mundo y la vida son mucho más que si soy de aquí o allá o pienso así o asá, pues en otros países vecinos desde luego estas circunstancias muy poco les importan, sino que se examina la capacidad de trabajo, esfuerzo y talento, procedas de donde procedas.
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