Reflexiones autoconfinadas
Muchos de nosotros/as estamos a la espera de que se modifiquen las restricciones, de ver un poco “La luz”, de que esa puerta pueda abrirse un poco; pero mientras tanto... algunas personas con grandes discapacidades y sus familias han optado voluntariamente por el “autoconfinamiento”; si bien, al principio de la pandemia se vieron muy perjudicados por el cese de todas las actividades socio-sanitarias, mermando así en su bienestar y el de sus familias; ahora, por contra, llega otro momento, y es en el que el miedo se apodera de la razón, o quién sabe si lo que pasa es que la razón se pone por delante... y ante la vulnerabilidad de la salud de ellos/as, como en un juicio salomónico, deciden las propias personas con discapacidad, sus padres, sus hermanos, sus amigos... optar por un “autoconfinamiento voluntario” para tratar de no exponerse a esta situación que nos ha tocado vivir y evitar así un posible mal mayor.
Asimismo, algunos niños/adultos han dejado de ir a sus centros educativos, a sus centros de día, a sus centros de apoyo... recayendo entonces toda responsabilidad en sus personas más cercanas.
Eso convierte a sus “cuidadores” en auténticos “héroes de la pandemia”, “24 horas por 365 días”, como si de un servicio de urgencia se tratase y justamente evitando visitar otro al uso.
Esos datos no salen, no interesan... no interesa ver cómo se protege a los seres queridos sin ningún tipo de apoyo de las administraciones.
Aunque las eternas preguntas no dejan de estar sobre la mesa: ¿y si enfermo yo? O lo que sería aún peor... ¿y si enferma él o ella?... ¿pasarían a la “siguiente fase”?, ¿o el colapso hará que no puedan pasar?
Un año más, y hoy, más que nunca, el Día de la Discapacidad está aquí, para salir en la prensa, en la televisión... y mañana, bien tempranito, volver a su guarida olvidada.
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