Los nuevos covidlímpicos
El deporte, como tantas otras actividades, está pasando por momentos convulsos.
Nadie duda de que el extracto “mens sana in corpore sano” (Décimo Junio Juvenal) –no fue el décimo en los deportes para jóvenes de junio– es, en sí mismo, un encomiable objetivo.
Es una realidad que en el actual estilo de vida, ya sea domiciliario o laboral, predomina el sedentarismo. Es por ello que los servicios de salud nos reiteran la necesidad de hacer ejercicio regularmente.
¿Qué pasa en este contexto, cuando aparece un elemento perturbador de la aparente normalidad? Me estoy refiriendo a un virus supercontagioso y letal.
El deporte, en su faceta competitiva, debe prescindir de la participación de las masas. Esta falta de expulsión de adrenalina, en dichas competiciones, puede causar más de un trastorno.
Vamos a centrarnos, ahora, en el ejercicio personal. El que cada uno ejercita, ya sea
- Porque el médico nos lo receta como posibilidad de evitar nuestro deterioro.
- Porque nosotros mismos nos avergonzamos de la fofez que nos invade.
- Por emular el estado físico de a los que nuestras parejas admiran.
- Porque creo en mi fortaleza y ¡yo lo valgo!
Abramos la ventana de esta última opción.
No sé cuál será la más nociva particularidad de este espécimen.
- Porque soy l@ más mach@ de la oficina.
- Porque a mí no me gana nadie.
- Porque cada día me gusto más.
- Porque yo soy yo y los demás me importan un bledo.
Volvamos a fijarnos en la última opción, aunque todas tendrían las mismas consecuencias.
Pongámonos en el citado contexto del virus. De la pandemia.
Las autoridades nos quitan de en medio confinándonos, y, como medida de gracia, dejándonos unos intervalos para estirar las piernas.
Estas mínimas actividades las podemos desarrollar en los pocos espacios hábiles, sobre todo en grandes ciudades. Cada uno, según sus posibilidades, con poco poder de maniobra.
Aquí es cuando el espécimen dominante ejerce su derecho de pernada sobre el novato que intenta tomar el aire. Para lo cual despliega una suerte de acciones propias de su adjetivo.
- Sale del portal, como miura en Pamplona, dando las primeras zancadas a cara descubierta, para que veamos lo guap@ que es. Despreciando el hecho de que las aceras son para pasear.
- Despreciando, asimismo, que la autoridad (lo pongo en minúscula porque no se merece más quien no protege los derechos de los ciudadanos) fija unas zonas para hacer ejercicio. Así pues, te puedes encontrar su boca en cualquier esquina de una calle soplándote el virus, mientras mira las pulsaciones en su reloj inteligente.
- Como es muy atleta, está sano, y seguramente asintomático, en la hostelería tendrá la nariz asomando por la típica mascarilla negra y dará más voces que nadie. Que se note quién vapea más.
Desgraciadamente, como esta anormalidad se acompaña de un gran aumento del desempleo, estas situaciones nos las encontramos todos los días de la semana y a todas horas.
Los jubilados ya no tienen ningún espacio seguro, salvo el de la pensión en su cartilla, mientras pululen los nuevos covidlímpicos. Vapeadores del SARS-CoV-2.
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