Hablando con el espejo
Haciendo un balance del trato de la vida, puedo decir que no ha sido muy gratificante conmigo. Una niñez de sacrificio extremo y mucho frío, el mayor de seis hermanos de gente muy humilde labradora y miseria muy unida en la niñez, transportando leche con burros desde los 9 años por les caleyes (malos caminos) de Asturias. Soledad, mojaduras, frío y heladas con poca ropa hasta los 13 años, que por el párroco de la parroquia, en colaboración con mi madre y contra la voluntad de mi padre, me fui a ingresar en el colegio Regina Apostolorum en Buenos Aires de Castrillo de San Pelayo (León), cerca de Veguellina de Órbigo, de padres alemanes Pallotinos.
Gracias a sus enseñanzas dejé atrás la vida de esclavitud y frío, la ignorancia, haciendo de mi una persona de criterio independiente, me enseñaron a pensar, a respetar a la gente, a ser persona cumplidora y de palabra, trabajadora, a rezar y creer en Dios, a los que estoy eternamente agradecido. He encontrado en el camino mucha gente buena que me ayudó a caminar con alegría, algunos otros que ponían chinas en el camino, pero las menos, gracias a todo ello puedo decir que mi vida de adulto me ha tratado bien, ahora veo lo difícil que lo tienen mis hijos, la gente que viene detrás, no están preparados para el sacrifico que la sociedad les va e exigir: falta de trabajo, inseguridad en el mismo, destrucción de valores humanos, identitarios, sociales y religiosos, falta de creencias religiosas, en definitiva, presentación de un mundo de fantasía y mentira que no responde para nada a la realidad y en todo caso caminos muy tortuosos con poca esperanza de vida segura y de formar familia y tener hijos para mantener la especie y la genealogía. ¿Acaso estos tiempos son mejores?
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