Galones... ¡de qué!
Razón tenía nuestro gran Unamuno al afirmar que el peor mal que podía aquejar a una sociedad propiamente tal era el militarismo, lo que equivale a decir que este destruye el concepto mismo de sociedad. Una sociedad militarizada no es una auténtica sociedad, y, consecuentemente, del peso militarista en el seno de la misma dependerá su calidad democrática. Desgraciadamente, en la sociedad española lleva demasiado tiempo arraigada esa lacra militarista que amenaza con perpetuarse como una pandemia nacional. Mientras que no desterremos de nuestra mente los sables cada vez que llega a nuestro oído el término “militar”, no podremos decir que pertenecemos a una sociedad libre y democrática. Mientras que no seamos capaces de dispensar al estamento militar el mismo trato que a cualquier otro estamento de la vida civil, sin que se nos llene la mente de símbolos extraños envueltos en un excipiente amarronado, no podremos decir que vivimos en una sociedad igualitaria en la que reinan la paz, la concordia y la seguridad. Mirando a nuestro pasado reciente, salta a la vista la dificultad en superar la connotación tenebrosa de tal dicotomía hasta tanto los uniformados no dejen de considerar su investidura como una cuestión sacramental que les asiste de por vida. Como cualquier pandemia, la militarista tiene sus dientes más o menos aguzados, sus brotes y rebrotes, dependiendo de la temperatura ambiental, o simplemente porque sí. Hace pocos días tuvimos ocasión de presenciar (virtualmente) el último rebrote, cuyo foco se localizó en las inmediaciones del palacio de la Zarzuela, materializado principalmente en un puñado de exmilitares nostálgicos del golpismo. No estaban allí para reivindicar la recuperación de la República, violentamente usurpada, sino para instigar un nuevo golpe a la Democracia. Por eso, estos días muchísimos españoles (veintiséis millones, según cálculos de un experto estadístico infiltrado en el rebrote) andamos indignados por tener que presenciar tamaña indignidad. A este puñado de “insumisos” cabría preguntarles qué hoja de servicios (beneficios) pueden presentar a la sociedad que les haga acreedores de sus galones y de su galaxia de estrellas. ¿Qué méritos tan especiales han hecho ellos que no haya hecho con creces la ciudadanía?: ¿cuántas vidas han salvado?, ¿cuántas enfermedades han curado?, ¿a cuántas personas han educado y formado académicamente?, ¿cuántos robos y asesinatos han perseguido y castigado?, ¿cuántos alimentos han producido para dar vida a la población?...Y si es que lo suyo es la Defensa, ¿dónde estaban en el otoño del 75 mientras la población española de la provincia 53 estaba siendo aplastada por una invasión (militar, por supuesto) que continúa hoy día? ¿Dónde estaban el 23-F para abortar el “tejerazo” (“militar, por supuesto”) y evitar el secuestro vergonzante del Parlamento nacional? Yo, sinceramente, no les veo los méritos por ningún lado, como no sea el que tanto en el presente como en el pasado sigan utilizando a sus propios compatriotas como campo de maniobras para practicar su particular guerra preventiva contra cualquier posible “exceso democrático”. Eso, y pasear al Cristo muerto el día de Viernes Santo. Aunque no creo que al Cristo le haga la más mínima gracia.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

