No vaya a ser que nos arrepintamos
Se está queriendo dar un golpe de Estado desde que se formó este Gobierno considerado “ilegítimo” por la marabunta de las derechas vinculadas a dos partidos con sus comparsas de medios afines, pasándose por el arco de sus pelotas los resultados electorales y los acuerdos parlamentarios que dieron una mayoría suficiente para la investidura.
Ahora que ese apoyo se ha ampliado para los Presupuestos, por todos aquellos que han antepuesto los intereses generales al acoso de las hordas reaccionarias, pretenden dar el zarpazo definitivo al sistema democrático con la amenaza de los exmilitares, porque está garantizado un Gobierno progresista hasta las próximas elecciones.
Esto no ocurre por casualidad y se viene gestando desde el día en que fue imposible mantener el Gobierno de Rajoy por corrupto, quedando a la espera de que brotase una alternativa conservadora. Pero aparecen los bocazas metiendo miedo con su demagogia franquista, comiéndole el espacio a la derecha tradicional con el querubín naranja, y son incapaces de sumar para un Gobierno con barniz democrático que impida la llegada a la Moncloa del “renacido Pedro” y del “apestado” coletas.
Toda la operación siempre con la palabra “constitucional” en la boca, que es una manera de subvertir la legalidad en diferido, como ocurrió en Bolivia, hasta que la repetición de las elecciones con el triunfo aplastante del pueblo echó abajo la farsa golpista.
Encima se abrió la veda para cuestionar la figura del “rey emérito” en franco descalabro por lo que se va conociendo cada día. Pero, como todo debe estar atado y bien atado, se hizo el relevo urgente con el hijo, que no da la talla para salvar la monarquía, a la vista del silencio cómplice que mantiene con los nostálgicos del dictador.
El país no está para florituras con esta pandemia que está destrozando sectores económicos obsoletos que de momento no tienen alternativa. Pero cuanto más descontento, mejor, y si se extiende el virus es culpa del Gobierno comunista, sin ni siquiera compararlo con lo que está ocurriendo en el resto de países. Las autonomías -tremendo fiasco- reclaman su parcela de poder, pero cuando las cosas no les funcionan echan la culpa al Gobierno “okupa”. No ayudan las gobernadas por “renegados socialistas” que solo miran para su ombligo, sin importarles la repercusión de sus desatinos.
Desde la izquierda, en sus más amplias expresiones, no podemos permanecer inmunes a lo que está pasando. Debemos defender sin complejos “España como estado social y democrático que propugna valores como la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político” (art. 1 de la Constitución del 78) para que no la mancillen los reaccionarios. No vaya ser que mañana nos arrepintamos.
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