Entre los sueltos caballos gongorinos
Góngora en tiempos de peste
Un periódico alemán ha acuñado un término: “los idiotas del virus”. El morbo asiático pega fuerte en los pináculos de la actualidad. Puede decirse que es un sustentáculo informativo.
Como ya no hay purgatorio ni ha venido Mr. Kissinger a decirnos que le esperan en el infierno, y allí los diablos le van a pinchar con un gario candente en las posaderas, la gente hace de su capa un sayo con pavores y terrores del milenario.
Es un morbo que explotan a su aire los comunicadores de aluvión. Como ya no es pecado nada, algunos se dan al vino y marchan de folixa de picos pardos.
(Sólo los que están en condiciones con tal de que no tengan obturadas las cañerías, so pena de no hacer el ridículo en ciertos sitios).
Reciben consignas al respecto de sus mandamases porque los neoinquisidores del NOM están que echan chispas. Es un Santo Oficio laico pero muy operativo. Son los periodistas de cartel la voz de su amo.
A los que amamos, empero, la pintura el panorama actual nos recuerda los cuadros del Bosco. Un mundo onírico en el cual se condena a muerte a los vejestorios. La guadaña de covid siega abondo en asilos y residencias.
Los pensionistas somos una carga al Estado, al ojo que todo lo ve, todo lo vigila, pero que hace la vista gorda ante lo que roban los políticos.
Las parcas nos acusan a los ancianos de ser material sobrante. Pero el gran vate cordobés es nuestro refugio.
El vulgo tiene mucho miedo a morir, poquísima vergüenza y nulo arrepentimiento.
El morbo asiático dicen unos que es un invento del Nuevo Orden Mundial. Otros que es el resultado (verdadero castigo bíblico) de la contaminación de la Tierra. A lo largo de los dos últimos siglos nos hemos cargado el planeta. Y hasta el viento se ha vuelto radiactivo y las peñas queman.
Sea como fuere, el caso es que yo me quedo como aquel soldado de la guerra de la Independencia echando un cantarín aire de mi tierra:
“Los rusos vienen por tierra y los ingleses por el mar, ¡ay, Dios, qué pasará!, dorremí dorrefá, pero yo como soy español me quedo sentado acá, dorremí dorrefá”. Estamos a verlas venir.
Los versos de Góngora me reconfortan para afrontar la pandemia y combatir tanta información tan puntual y acojonante.
Recomienda don Luis de Góngora y Argote contra la peste un buen jarro de tinto o blanco y buenas morcillas, naranjadas y aguardiente... ande yo caliente, ríase la gente.
No hay que preocuparse, mear claro y cagar sólido, porque de los placeres sin pecar, mear y cagar, pues caga el rey, caga el papa y del cagar nadie se escapa.
“Buena orina, buen color y tres higas al doctor”. Eso es. Y olvidarse de la política y de las letanías de los telediarios que se han convertido en verdaderos cantos de la Sibila de Cumas.
“Traten otros del Gobierno
Del mundo y sus monarquías,
Mientras gobiernan mis días
Mantequilla y pan tierno,
y las mañanas de invierno
Naranjada y aguardiente,
Ande yo caliente
Ríase la gente”
Porque cada uno estornuda como Dios le ayuda. Amén. La poesía de Góngora es un tesoro y un baluarte de buen humor frente a las adversidades que muchos españoles desconocen.
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