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William Shakespeare

10 de Diciembre del 2020 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

Han pasado más de ocho meses desde que el mundo conoció los primeros casos oficiales de coronavirus procedentes de Wuhan (China). En abril, los ciudadanos del epicentro de la pandemia consiguieron salir del confinamiento riguroso al que les sometieron las autoridades, preservando las medidas básicas que aún prevalecen hasta que la vacuna se extienda a la mayor parte de la población. En Japón, Singapur, Corea del Sur también consiguieron controlar la epidemia. En Oceanía (Australia y Nueva Zelandia), los muertos por covid-19 no llegan a la centena. Su temprana y eficaz intervención fueron sus herramientas.

Mientras tanto en las Américas, Europa y Rusia los contagiados se cuentan por millones (45 millones a día de hoy) y los muertos se acercan al millón y medio. Europa reaccionó tarde y mal. Sus sistemas sanitarios (los mejores del mundo) colapsaron. EE UU, liderado por un patético personaje, negacionista (a pesar de haber sido infectado), ha pasado de ver el virus "chino" a lo lejos a tener una de las situaciones más preocupantes del mundo, con 15 millones de infectados y cerca de 300.000 muertos (de momento). De América Latina sigue preocupando la situación de Perú, México, Brasil (en este último país, con otro presidente negacionista).

A estas alturas de la "película de terror" que nos ha tocado vivir en 2020, a punto de finalizar, salvo Oriente y Oceanía, el resto del mundo ha fracasado en sus intentos erráticos por contener la epidemia. Ningún gobierno de ningún país occidental puede "sacar pecho" por su gestión, y peor aún los que han liderado el negacionismo (EE UU, Gran Bretaña, Rusia, Brasil). Eso sí, los tres primeros se embarcaron en una especie de "guerra fría" por ver quién es el primero que consigue la vacuna, cuando los primeros resultados de las farmacéuticas al inicio del otoño apuntaban la luz al final del túnel.

Nunca antes en la historia de la investigación farmacéutica el factor político había entrado con tanta fuerza. En EE UU, Trump, arrinconado por las encuestas, lo fio todo a la vacuna. Llegó a estar convencido de que esta llegaría antes de que se celebrasen las elecciones, el 3 de noviembre, como el único antídoto contra Biden y el "virus chino". No llegó a tiempo y perdió las elecciones. Es lo único bueno que ha hecho el covid-19

El nuevo Zar de todas las Rusias, Vladimir Putin (exjefe de la KGB), daba por amortizado a su amigo Trump y se embarcó en la "guerra fría" y la carrera espacial (perdón por el lapsus, quería decir carrera por la vacuna). Su vacuna no podía tener otro nombre más que la de "Sputnik V". Había que demostrar a Europa y al mundo que la Rusia eterna nunca se ha ido. Ellos no necesitan que ningún organismo internacional les apruebe y supervise su vacuna. En esto continúan fieles a la URSS. Han empezado a vacunar unos días antes que los británicos, no podían quedarse atrás. Empezaron con los más dóciles, los más fieles: los militares. Empleados del sector público comentaron a la prensa internacional que están recibiendo presiones para ponérsela. El exjefe de la KGB sabe lo que hace.

En Gran Bretaña, el otro payaso (con perdón de los clown a los que tanto admiro), ultraconservador, populista y negacionista (hasta que el virus se le metió en el cuerpo), Boris Jhonson, también ha apostado por la vacuna como arma para demostrar que el brexit es lo mejor que le puede pasar al "Imperio Británico" y que las negociaciones para la ruptura definitiva con la Unión Europea (que finalizan el próximo 31 de diciembre) terminarán a la manera británica, al pirateo. Ursula von der Leyen y los Veintisiete tienen la palabra.

Las payasadas de Trump siguen en la América profunda, pero este país parece recobrar al menos algo de sentido común tras el triunfo de Biden; las payasadas del pirata de su Majestad (a quien solo le falta la pata de palo) dependen de la fortaleza de la UE. ¿Será así? De momento, ha demostrado que no está sujeto a la Agencia del Medicamento Europeo para la aprobación de la vacuna "Pfizer" y ha decidido adelantar unas semanas el inicio de la vacunación de los súbditos de su Majestad. Algo ha salido mal en la jugada. No consiguió cerrar el círculo, por medio se le coló una viejecita de 90 años, Margaret Keenan. Él habría querido que fuese William Shakespeare el primero en vacunarse, para demostrar a Europa y al mundo que el Imperio Británico ha vuelto. La prensa conservadora, fiel aliada del "payaso", ha bautizado a la vacuna: "Día-V" (de vacuna y de la histórica "V" de victoria de la II Guerra Mundial)

Mientras tanto, China a lo suyo. Haciendo amigos, conscientes de que van a salir ganadores de la batalla epidémica y del liderazgo del comercio mundial. Al inicio de la pandemia, Occidente solo hablaba de China porque eran los malos de la película (para Trump, todavía lo son). Ahora nadie habla de China. Nadie pone en valor su control de la epidemia ni de la aportación que hicieron a Occidente (especialmente a Italia) en los peores días de la primera ola. Ya tienen su vacuna y el gran acuerdo comercial del Pacífico (han firmado el mayor acuerdo de libre comercio del mundo con 14 países). No han tenido que vacunar a Mao Zedong para competir con Shakespeare.

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