En el fallecimiento de Francisco Sitges
No me había enterado del fallecimiento de D. Francisco Javier Sitges Menéndez hasta que ayer me lo comentó un amigo, pese a nuestras diferencias, lo siento mucho y desde aquí traslado mi sentimiento a sus deudos, a quienes no conozco. Muy probablemente, y rezo para que no sea cierto, sea yo el único que queda de los técnicos que participamos dirigiendo el montaje y puesta en marcha de la Asturiana de Zinc y se debe fundamentalmente a que era el más joven. Fuimos, Francisco Javier como director, Abelardo Leiva como jefe de oficina técnica y mantenimiento mecánico, Vicente Arregui como jefe de lixiviación y fabricación, Jesús Pajares como jefe de laboratorio, y yo, Antonio Corostola, como jefe de electrolisis fusión y mantenimiento eléctrico. Jesús y yo fuimos "sacrificados" por discrepancias con el "método social" de dirección, pero hoy está olvidado.
Lo que quiero recordar y recuerdo es una anécdota que me viene a la memoria a través de Facebook en una alusión a la empresa de transporte marítimo La Pequena, que prestaba servicio intermunicipal entre la rampa de Socapia y la escalera de Pachico en la ría de Avilés. El inicio de la empresa fue a remo, pero con el tiempo se motorizó y el primer "transría" fue una motora diésel que se llamaba "Campo Libre". Otro día escribiré sobre la evolución de la empresa.
La anécdota de hoy se refiere a Asturiana de Zinc y es la siguiente: El director técnico para Europa era francés, se llamaba monsieur Pomery y nos visitaba con alguna frecuencia. En una de esas visitas, por otoño, le pidió al Sr. Sitges si podía dar un paseo en lancha por la mar. La "canoa" de don Juan estaba en tierra y de la empresa el único que tenía relación con la mar a la vez que con M. Pomery era yo. Me tocó organizarlo y le pedí al "gerente" de La Pequena la motora que amablemente me cedió. La mar estaba "bella" y decidí "cacear por el costao de Nieva". Hubo suerte y pescamos tres robalizas de a kilo. Para el día siguiente había programada una cena en la residencia de ingenieros en Arnao y cenamos robaliza al horno. Estábamos M. Pomery, Francisco Sitges, Leiva, Arregui, Pajares y yo. M. Pomery pidió unos finos y se dirigió a mí para que los sirviera porque era el más joven. Susto que llevé, pues era "analfabeto social" y no sabía en qué copa se servía. De estudiantes a lo más que llegábamos era a vino peleón. Acerté y desde aquella me gusta el fino La Ina. Sirva esto de póstumo homenaje a don Francisco Sitges Menéndez.
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