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Marruecos parece que nos chulea

13 de Diciembre del 2020 - José Luis Álvarez Lauret (Gijón)

España lleva años teniendo que apechugar con lo que yo entiendo “caprichos del gobernante de nuestro vecino del sur, Marruecos”. Ese país, a mi entender, cada vez que tiene algún tipo de problema interior o se le ocurre poner en práctica alguna nueva exigencia hacia nosotros, por el mero hecho de que desde hace siglos tengamos dos ciudades españolas dentro del continente africano, como son Ceuta y Melilla, y que Marruecos, en mi opinión, con harta frecuencia demuestra pretender tener derecho a anexionarlas a su territorio nacional, pues en cuanto se le presenta la ocasión nos da la murga de la manera que en cada momento le es propicia.

Cuando el general Franco se encontraba en su lecho de muerte, Marruecos nos montó el teatro aquel de la denominada “Marcha verde” para sacarnos del Sahara. Desde entonces ese territorio que administraba España con errores y aciertos, quedó un poco en tierra de nadie a la espera de que Naciones Unidas un día tuviese a bien decidir darle soberanía y estatus de nación. Marruecos considerando, a mi entender, por las bravas, que ese territorio le pertenecía, siempre nos está poniendo obstáculos en nuestras relaciones de vecindad, a fin de que España incline la balanza a su favor y acabe por reconocer que ese territorio les pertenece y que España se desentiende del tema. España por su parte ha ido capeando el temporal todos estos años como ha podido y más bien comprando una paz y buena vecindad con Marruecos, que este no siempre respeta. Cuando no es por la pesca, es por la agricultura o por que se le pone en las narices decir que las dos plazas españolas del norte africano merecen ser suyas, el caso es que siempre encuentra motivo a mi entender para darnos la murga.

Llevamos décadas batallando con el problema de la inmigración clandestina y no hay manera de dar solución a ese tema. Marruecos da la impresión de ponerse a mirar para otra parte y permite que periódicamente nos lleguen a nuestras costas oleadas de inmigrantes clandestinos sin ningún tipo de control. Nadie nos dice si son gente de fiar, si acaso están enfermos o con qué intenciones vienen. Todo va así durante un tiempo, y cuando España negocia con Marruecos y supuestamente le hace algún tipo de concesión, de pronto ya no hay pateras, cayucos ni morenos saltando las vallas fronterizas de nuestras plazas africanas. ¡Da que pensar! ¿Verdad? Ahora, supongo que, viendo la debilidad de nuestro Gobierno, mezcla de tirios y troyanos, con perdón, pues se han puesto a invadirnos las Canarias, territorio tan español como Cádiz, Oviedo, Valencia o Madrid y el resto de la nación. Como respuesta por parte de quienes nos gobiernan o nos desgobiernan, que nunca se sabe, pues, según se dice, primero los alojan en hoteles con el lujo de turistas y luego los transportan a la Península para dejar que tomen el camino que les venga en gana. ¿Alguien se puede imaginar mayor despropósito? ¿Qué pueden hacer por ahí cientos de personas sin ocupación ni medio alguno de ganarse la vida? ¿No es un disparate? ¿Tiene algún sentido? Yo creo que no, fui emigrante en Alemania en los años sesenta del pasado siglo y allí o estabas con todo en regla o te ponían de patitas en la frontera. Alemania entonces nos necesitaba, pero no a cualquier precio. Aquí por el contrario nos sobran los parados y parece que pretendemos solucionar los problemas africanos, cuando somos incapaces de solucionar los nuestros. ¡No se puede entender!

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