¿Qué será, será?
Esta canción de Doris Day en los años cincuenta, decía al final: “Será lo que Dios querrá”. Eran tiempos en los que Dios salía a menudo en la música, en el teatro, en el cine y en la literatura; hoy no parece que se le invoque mucho, ni siquiera en este momento tan difícil, incluso angustioso; es posible que la gran mayoría, ahora atea, agnóstica, descreída, no practicante y desinformada espera que “la ciencia humana” lo sustituya. ¡Qué cosas!, el Creador del Universo sustituido por sus aprendices.
No obstante, subyace una esperanza en Dios, aunque no sea reconocida abiertamente, a través del deseo. El deseo no solo de sobrevivir, sino de salir mejorados de esta peste. En el deseo yo me apunto, me apunto con don José J. Rueda en su artículo en “Heraldo de Aragón”: “¿Seremos mejores?” –que bien me cae este hombre sabio y humilde–. Me apunto con don Valentín Fuster en su larga entrevista de seis páginas este verano en el “XL Semanal”, de la que destaco estas frases: “Nos habíamos creído que el hombre puede solventarlo todo con dinero y con ciencia”; “Sacar lo mejor (de uno mismo), no quedarse parado”.
Pero... ¿qué dicen los receptores?: Pues los lectores de “XL Semanal” expresan desencanto, escepticismo: “Nuestra época se felicita de haber superado las antiguas formas de creencia, pero ha transformado una forma de elevación en otra forma de sumisión (a los líderes humanos)” José M. S.; “Nuestras vidas ya adolecían de un virus irrefrenable, ruin y mezquino... indiferencia, acomodamiento y victimismo... contra esta enfermedad social no existe tratamiento ni vacuna viables”, María R. C.
Pues bien, me apunto al deseo de que salgamos mejorados de la prueba, sin poder desprenderme del desencanto de lo que sigo observando. Tras esta crisis, llegarán otras: escasez y, como resultado, mayor delincuencia. Ya que no hay programas políticos ni sociales de regeneración moral, ¿por qué no buscar la ayuda que Jesús le pide a su Padre para nosotros?: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo... Ellos no son parte del mundo, igual que yo no soy parte del mundo. Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad” (Juan 17:3,16,17).
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