Escarnio público
Asistimos a la corroboración de que a veces pagan justos por pecadores cuando algunos paseantes se dirigen a la nieta del Rey emérito en plena calle como ladrona, conminándola a que devuelva el dinero robado en un hipotético delito del que sería, en todo caso, inocente, y su abuelo también hasta que se demuestre su culpabilidad; son escarnios públicos injustificables, pues si una nieta recibe una tarjeta para gastos, lo que menos se espera es que, viniendo de un abuelo y encima rey, contenga dinero dudoso, y el hacer uso de ella en todo el esplendor de su holgado saldo está dentro de la normalidad de su esplendorosa juventud indiferentemente de la clase social a la que pertenezca.
Esto es un aviso para errantes padres y abuelos con mucho ego que se olvidan de que las consecuencias de nuestros actos nos sobrepasan afectando también a los que nos rodean o vienen detrás y que, más que grandes fortunas con problemas, más vale heredar pocos dineros con buenos recuerdos.
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