Vivencias para vivir en esta nada
Me invitan para una conferencia: ¿abril o mayo?, respondo que en abril. A ciertas edades, no conviene alargar los plazos. De todos modos, una conferencia desde casa no es lo mismo. Me considero afortunado, porque mi trabajo me obligaba a viajar por Europa, hoy ya no puede uno salir del pueblo, y mañana será tarde, así que los todavía jóvenes prepararos para la escapada si es que llega la oportunidad, pero, por favor, no en plan de parranda peligrosa, para eso vale el bar chino de la esquina, sino para saborear cosas únicas con todos los sentidos despiertos. Después queda un sabor dulce para toda una vida.
Uno no puede viajar en góndola por el canal de su ciudad, por muy imperial que sea, independientemente del amor que sintamos por él, pero Venecia es insustituible. Todavía después de treinta años, me dejo impresionar por el recuerdo de una “Caballería rusticana” con bueyes, caballos y perros en el escenario de la Scala de Milán. París entero desde la Torre Eiffel. No solo Bruselas, sino Gante con su ambiente especial. No solo el puente de Londres, sino el Museo Británico. No solo Salzburgo, sino un recorrido siguiendo la película de “Sonrisas y lágrimas”. No solo Berlín, sino Múnich, tomando una cerveza en la Hofbrauhaus y marcándose un vals tirolés con una rolliza fräulein, a la que yo llamaba froilan. Bueno, me dejo todo lo demás, porque para lo que quiero deciros, me faltarán líneas.
Hay que recoger momentos que nos ofrece la vida y atesorarlos, porque estamos entrando en una historia triste, insípida, despegada, desnaturalizada, y, sin embargo, aún podemos abrazarnos a alguien, aunque sea uno solo, y mirarnos en los ojos de quien nos ama, como si viésemos en ellos el reflejo del Sena, asomados en el puente de Alejandro III, escuchar sus palabras que suenan a concierto de Año Nuevo en Viena, tomar su mano para pasear por el parque que tengamos a mano, retirar el cabello que agita el cierzo o la tramontana, y besar los labios que la inconsciente mascarilla, guarda para nosotros.
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