Yo corro
A veces poco, a veces mucho, pero corro. Cuando me canso, camino. Cuando recupero el aliento, arranco a correr de nuevo. Generalmente siempre hago el mismo recorrido de ciudad y el mismo de montaña. Voy sola, porque no soporto hablar y hacer deporte a la vez. Y siempre, siempre, siempre con música. Lo hago para sentir la satisfacción de vencer la pereza que me lleva hasta el ciclo de concentración en el que solo estamos mi respiración y yo. Un ciclo que me desconecta de todo fuera para conectar con todo dentro y recordarme que estoy viva. Para tomar decisiones y avanzar en el camino. Porque así dejo atrás un rato neuras, agobios, dudas, errores, horrores, vértigos y páginas en blanco y estamos solo mis zapatillas, mi respiración y mi sudor. Me sitúo en un lado del camino, avanzo tranquila y casi todo el mundo me adelanta porque suelo ir despacio, solo compito con ser la mejor versión de mí misma. He aprendido de cada zancada que prefiero llegar cada día un poco más lejos a llegar antes. Cuando salgo a correr y en la vida. Por eso corro.
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