¿El futuro es de todos o solo de los vencedores?
Estas últimas semanas, las hemos pasando siguiendo las discusiones a favor o en contra de la nueva ley de Educación, la llamada “ley Celaá”.
Más allá de ideologías o partidismos, considero vital reflexionar sobre si queremos tener unos representantes incapaces de encontrar consensos que puedan representar a una mayor parte de ciudadanos y gobernar con visión constructiva de país. Si no somos capaces de entender que las decisiones relacionadas con los pilares de nuestra sociedad, como la educación y la sanidad, deben ser representativas de la mayor parte posible de ciudadanos (que votan de manera diferente) no conseguiremos nunca la madurez democrática que nos permita dar pasos adelante en el desarrollo social.
Los cambios importantes necesitan siempre tiempos más largos para consolidarse que los ciclos electorales que tenemos establecidos y, por tanto, no pueden ser elementos polarizadores de ninguna campaña política.
¿Qué sacamos de leyes que tal vez solo tengan cuatro años de vida? ¿Nos compensa como votantes un “éxito” social efímero?
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