Oda a los auxiliares de ayuda a domicilio
Mi madre es una de esas personas que da igual si nieva, truena o hace sol, debe irse a trabajar. Debe hacerlo porque sin ella, muchas personas no sobrevivirían o tendrían una calidad de vida tan deficiente porque están solas, o mayores o aisladas, que el sistema público no tendría capacidad suficiente de acogerlos a todos. No es enfermera, ni cirujana, es auxiliar de enfermería trabajando en ayuda a domicilio.
Le encanta su trabajo y siempre tiene alguna historia nueva que contar sobre sus usuarios, lo que denota toda la pasión por su trabajo, todo el empeño que pone día tras días. Sin embargo, yo creo que su empleo no recibe la atención y admiración suficiente por parte de los ciudadanos y las instituciones.
Ellas y ellos son quienes están cuidando a nuestros seres queridos más mayores, quienes se aseguran de llevar al colegio a los hijos de personas enfermas, quienes se aseguran de que las personas inmóviles tengan fruta fresca y una comida caliente cada día encima de la mesa, y quienes asean, limpian y organizan las casas de las personas que no pueden hacerlo por ellas mismas por situaciones, a veces, muy dramáticas que los auxiliares suelen escuchar con atención y compasión.
Ellas y ellos son las únicas personas que muchos ancianos ven a lo largo del día y a veces esos días se convierten en meses. Durante el confinamiento, los auxiliares de ayuda a domicilio fueron el único contacto de los ancianos y de las personas enfermas en casa. Son quienes están pendientes de que absolutamente todo salga bien: pastillas, tratamientos, llamadas a familiares, aseo personal... En esencia, mejoran la calidad de vida de muchísimas más personas de las que pensamos.
Con todo el drama y escándalo que ha pasado en las residencias de ancianos, deberíamos apreciar más a nuestros asistentes de ayuda a domicilio, quienes casa por casa, van repartiendo todos los días alegría y amor, además de los mejores cuidados posibles.
Cada día veo a mi madre salir de casa, cargada con una mochila de energía, paciencia, amor y mucho gel hidroalcóholico. No podría estar más orgullosa de ella y todos sus compañeras.
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