¿Salvar la Navidad?
Ayer, los EE UU de Norteamérica rompieron todos los récords imaginables en muertes desde que apareció el maldito coronavirus, 3.750, o lo que es lo mismo, un muerto cada 35 segundos. Todos los expertos en epidemiología señalan como máximo responsable de esta carnicería al "Thanksgiving Day" (Día de Acción de Gracias), que, como sabemos, los ciudadanos estadounidenses lo tienen como una de sus principales festividades, si no la más importante. Quizás sea más exacto señalar a la movilización que genera dicha festividad. Millones de desplazamientos, aeropuertos y carreteras colapsados, encuentros familiares entrañables que invitaban a no guardar las distancias de seguridad anticovid. El resultado ya lo tenemos: millones de contagios y la escalofriante cifra de 3.750 muertos en un solo día (más que en el atentado de las torres gemelas). ¿Debían las autoridades estadounidenses "salvar el Thanksgiving Day" o salvar vidas? ¿Debían salvar la tradición o las vidas?
A fecha de hoy, cuando la vacuna ya empieza a ser una realidad, todavía la ciencia desconoce muchas cosas del maldito bicho, pero de las pocas cosas que sabemos de su comportamiento es que se transmite por contacto. A más contacto o menor distancia entre los seres humanos, mayor riesgo de transmisión. Así de sencillo, así de simple. Por eso nos confinamos entre marzo, abril y mayo (demasiado tarde, por cierto), pero no pudimos evitar lo que el coronavirus ya había hecho antes del confinamiento, capear a sus anchas, mientras los gobiernos decidían qué hacer. Aquello era "perdonable" porque no sabíamos lo que hoy sabemos. Se dijo, y con razón, que después del verano tendríamos una segunda ola, ¿por qué?, por los desplazamientos, los contactos, las fiestas... que el estío provoca, y la tuvimos. Los gobiernos no solo no se atrevieron, sino que, de una manera descarnada, utilizaron la pandemia como arma arrojadiza, como arma para erosionar al contrario, especialmente el Partido Popular, acostumbrado a navegar por estas corrientes nauseabundas (política necrófila: recuérdese la utilización de las víctimas de ETA, las víctimas del "Yak-42"...).
Cuando el Gobierno de coalición tenía el mando único (confinamiento y desescalada), la oposición le acusaba de autoritario, de cercenar la libertad de los ciudadanos (manifestaciones con caceroladas en el barrio de Salamanca), de invadir competencias autonómicas... El Gobierno trasladó a las CC AA la capacidad de decidir sobre las medidas a tomar en sus respectivos territorios, sobre los acuerdos tomados en las reuniones de los Consejos Interterritoriales (diecisiete representantes de las CC AA). Empezaron el caos y la batalla en el territorio de la baja política, la política cutre, liderada por Casado/Ayuso: "El Gobierno abandona a las CC AA a su suerte", "El Gobierno hace dejación de funciones", mientras el covid-19 continuaba extendiéndose y matando en todos los territorios.
Empezamos a hablar de una tercera ola para después de Navidades sin haber terminado con la segunda porque por medio se metió el puente de la Constitución, cuyos efectos los empezamos a tener en estos días, ya que las medidas fueron muy laxas en unos casos y en otros descaradamente anti-Moncloa (Ayuso).
¿Alguien da más? Pues sí. Ahora tenemos que "salvar la Navidad". No se nos vaya a olvidar que "Ya es Navidad en El Corte Inglés". Ni el Gobierno de coalición ni los gobiernos autonómicos se atreven a decir que este año no hay Navidades porque sencillamente la prioridad es salvar vidas (como lo ha hecho una gobernanta de derechas, Angela Merkel). ¿Es tan difícil? La mayoría de los ciudadanos (el 74 por ciento según todas las encuestas) eran partidarios hace unas semanas de medidas más restrictivas y de "sacrificar" las Navidades. Entonces... ¿a quién sirven los gobiernos?, ¿a El Corte Inglés?
Criterio: Todos los gobiernos autonómicos han adoptado el criterio de que se tomarán medidas según suban o bajen los contagios. Así, tal cual. ¿Cabe mayor irresponsabilidad? No quieren asumir que su obligación es evitar las reuniones familiares con los no convivientes, los desplazamientos, las medidas anticovid para supermercados y restaurantes (verdaderos focos de contagios) similares a las tomadas durante el confinamiento. Pero qué podemos esperar cuando el ministro de Sanidad habla de "familiares y allegados", con ello se abrió la veda, "ancha es Castilla", mientras los epidemiólogos claman que hay que cancelar las Navidades ante el aumento del virus y que estas se restrinjan al núcleo de convivencia y no se permita viajar. No hay otra alternativa si queremos evitar la tercera ola. Pero ya es tarde. Esto se tenía que decir hace quince días. Al día de hoy, quien más quien menos ya tiene programadas sus Navidades... ¡Que sea lo que Dios quiera! (lo dice un ateo... tomarlo como una frase hecha).
Recordar que Alemania, que capeó el temporal de la primera ola de manera bastante acertada, pero que generó una falsa sensación de seguridad entre sus ciudadanos con medidas demasiado suaves, hoy sufre las consecuencias que han obligado a su canciller católica, Angela Merkel, a decir: "No hay Navidades en Alemania".
Y en Sevilla, qué decir de Sevilla. No hay mayor evento festivo para los sevillanos (por encima de las Navidades) que su sacrosanta Feria de Abril, y ahí están, sacrificando un año más (por primera vez en su historia, desde 1847) su fiesta grande. Han declarado que este año tampoco habrá Feria de Abril ¡cuatro meses antes del evento!, porque ni siquiera la vacuna (que para esas fechas solo el 30 por ciento estará vacunado) les garantiza todavía la inmunidad. El evento le supone a Sevilla el 3 por ciento de su PIB.
Mientras tanto, a menos de una semana de la Navidad, en la Moncloa y en las sedes de los gobiernos autonómicos, discutiendo si son galgos o podencos. La respuesta ya sabemos cuál será. La tercera ola será inevitable, miles de muertos tendremos para la tercera semana de enero, como está sucediendo en EE UU por salvar el "Thanksgiving day".
No me decepciona la derecha de este país, es lo más impresentable de Europa. Los conocemos. Me decepciona el Gobierno de Pedro Sánchez.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

