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Cuidados médicos para la muerte digna

18 de Diciembre del 2020 - Ángel García Prieto

La investigación médica de los últimos tiempos está consiguiendo resultados diagnósticos y terapéuticos magníficos. Y todavía es mayor la esperanza que progresivamente se va abriendo en el futuro cercano: se han logrado avances enormes en las enfermedades metabólicas y cardiacas; en enfermedades degenerativas el panorama no es una fiesta, pero se avanza, e incluso en el cáncer, hasta ahora inexpugnable, el tratamiento está experimentando continuamente cambios sustanciales, con curaciones que rondan ya el 60-70 por ciento de los casos...

SUMARIO: Consideraciones al hilo de la ley Eutanasia de recientemente aprobada

DESTACADO: Los médicos no deben, ni pueden, pretender erradicar la muerte, como tampoco deben ni pueden acelerarla con el suicidio o su provocación

El desarrollo terapéutico abre unas perspectivas muy esperanzadoras, hasta el punto de que merezca comentarios tan eufóricos como el de William Haseltine, presidente del Human Genoma Sciencies, que manifestaba: "La muerte es una serie de enfermedades evitables". Pero nadie puede pensar que la inmortalidad es el objetivo de la medicina. Ya desde los orígenes históricos del quehacer médico se inició aquella leyenda en la que Zeus castiga con la muerte al gran médico Asclepio (o Esculapio), hijo de una mujer y del dios Apolo, por pretender eternizar la vida de sus enfermos. No obstante, como se puede ver, la idea de la inmortalidad planea en las mentes de algunos científicos.

La visión desmesurada de progreso indefinido se enfrenta a esa otra valoración realista sobre el fin de la persona, que procura mejorar la asistencia con cuidados sobre los pacientes terminales y con el apoyo a sus allegados. No hay que olvidar que en las situaciones finales del hombre enfermo lo que tiene que hacer la medicina es cuidarlo, paliar sus dolores, angustias y desasosiegos. Los médicos no deben, ni pueden, pretender erradicar la muerte, como tampoco deben ni pueden acelerarla con el suicidio o su provocación.

"La comunidad científica debería ver su enemigo en la muerte prematura, no en la muerte en sí. El objetivo no debe ser aumentar la longevidad indefinidamente, sino permitir una vida suficientemente larga, que abarque desde la infancia hasta la vejez. Después, la prioridad ha de ser cuidar, no curar", dijo Daniel Callahan, del Hastings Center –institución de investigación bioética–, en una entrevista concedida al "Internacional Herald Tribune". Impedir la muerte no es una meta razonable. Lo sensato es luchar contra la enfermedad crónica, las deficiencias psíquicas y físicas y la invalidez. Estos son los grandes enemigos. La muerte tiene que llegar y la medicina debe ayudar al hombre a enfrentarse a ella en unas condiciones físicas mejores, cuidando a la persona para dar ese último paso en la vida de una manera que pueda afrontarse con la madurez, la dignidad y las condiciones morales más propias del hombre.

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