Jesús no ofende
En las horas posteriores a un buen almuerzo siempre son bienvenidos los titulares del día, mientras el cuerpo acaba de encontrar la postura adecuada al sofá para iniciarse en la siesta. "El Parlamento Europeo se niega a poner un belén en su sede 'porque puede resultar ofensivo'" así decía la noticia que consiguió hacerme saltar como un resorte del sofá para entrar a leerla de lleno. Misión cumplida, pensará su redactor.
Se muestran ante nosotros los grandes euroburócratas para decirnos que no debemos escenificar el nacimiento del hijo de Dios porque podemos causar malestar entre aquellos que no profesan nuestra fe. Su ignorancia sobre los principios de nuestra religión les hacen tomar medidas absurdas a ojos de cualquier persona con un mínimo de conocimientos y coherencia. "Amarás al prójimo como a ti mismo", Mateo 22:36-40. Así versa el segundo mandamiento de la Iglesia. La palabra prójimo, del latín "proximus", significa "persona próxima, que por pertenecer al género humano debe ser objeto de caridad y solidaridad". Por lo tanto, una religión basada en el amor a los demás nunca puede ser objeto de ofensa ante sus semejantes. Dejando a un lado las raíces cristianas europeas y que aquellos que formen parte de su sociedad lo mínimo que deben hacer es respetar su cultura de la misma manera que exigen respeto sobre la que ellos defiendan. La intolerancia de los tolerantes.
Sin embargo, la negativa a poner la representación del nacimiento de Jesús de Nazaret tiene tras de sí una gran obra de ingeniería social para que las nuevas generaciones olviden por completo sus orígenes. Podemos destacar otros grandes objetivos como el multiculturalismo, la eliminación de las fronteras o la inmigración masiva. Su objetivo no es otro que abolir cualquier signo relacionado con nuestros orígenes, nuestra identidad. Y, en definitiva, nuestra comunidad. Llevando al individuo a caminar por un limbo en el que no se sienta identificado con nada y como consecuencia piense que no forma parte del mundo en el que habita. Y si alguien osa entrometerse en su objetivo será exterminado socialmente mediante su mejor arma, el lenguaje. Ellos, que han conseguido dar un nuevo significado a palabras como fascista o fascismo, no dudarán en abrir fuego contra aquellos que defiendan los orígenes de su comunidad. Les someterán al escarnio público etiquetándoles de intolerantes o de tener algún tipo de fobia social que previamente hayan conseguido que sea aceptada por la sociedad.
Mi teoría se ratifica cuando las grandes élites europeas que no cesan con sus eslóganes integristas y acogedores menosprecian de una manera tan significativa las raíces de un árbol que con el paso del tiempo encuentra su tronco cada vez más podrido por aquellos a los que durante años cobijó bajo su sombra. Sin embargo, mientras existan personas dispuestas a luchar por una causa tan noble como es recordar el nacimiento de Jesús de Nazaret y las raíces de su historia, el corazón de Europa seguirá latiendo.
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