Científicos y expertos
Siempre leo en LA NUEVA ESPAÑA los artículos de mi amigo Xuan Xosé Sánchez Vicente. El del miércoles 16 me impresionó, conocedor de los usos y costumbres de esta zona.
Nací y me crie en un pueblo de Cabrales. Se vivía exclusivamente del pastoreo y lo poco que se sembraba. Todas las familias mataban un gochu al año y había que pagar arbitrios municipales. En la escuela, me tocó estudiar con aquella enciclopedia de Álvarez que lo traía todo. Calzábamos chanclos y escarpinos para andar por el monte (eran más maniobrables que las madreñas). Y nuestros pantalones nos adelantaban a estas modas, pues tenían más remiendos que los que ahora trae la juventud (y algún que otro mayor con el reloj atascado).
Cuando alguno mataba a un lobo, lo exhibía por los pueblos. Y todo el mundo correspondía con algo; el que no tenía dinero, daba chorizos u otra cosa, pero todos intentaban compensarlo con lo que podían. ¡Cómo han pasado los años! ¡Cómo han cambiado los tiempos! Ahora, si matas un lobo, resultas ser tú el depredador de la naturaleza, y vas directo a la cárcel. En unos años, han conseguido marear el diccionario, y ahora ese benefactor recibe el estigma de “delincuente”.
El otro día leí la intervención de Hugo Morán: pedía más protección para el lobo y después aplaudía el plan del Principado para el lobo. Lo triste de esta pantomima es que, queriendo engañar al mundo, no engaña ni a sus actores. Salvo, quizás, a cierto consejero que, aun estando al lado de Morán, no replicó ni mu; seguramente (no se nos ocurra ser malpensados) porque no lo oiría bien, ya que justo él resulta ser de una zona inmensamente ganadera. Él podría decir que algo tiene el lobo cuando lo bendicen. Ya que se amarra al burro donde quiere el amo y que, siguiendo la profecía de Alfonso Guerra, se está quedando inmóvil para salir en la foto.
Después de escuchar al joven quesero de Gamonéu o a Noelia Cotera de Sotres, que no nos venga a dar lecciones de urbanidad el secretario de Medio Ambiente. Tenía que caeros la cara de vergüenza, despreciando a los honrados que quieren vivir de su trabajo y (a diferencia de otros) no a cuenta de los demás.
Cuando empezamos el túnel para dar acceso al pueblo de Bulnes, los ecologistas se amarraron con cadenas a las palas que iban a empezar la obra. Para resolver ciertas cosas, no hay nada como el diálogo. Bajaron los vecinos de Bulnes y, puesto que ellos sí que saben ser políticos, todo se resolvió por las buenas. Alguno todavía sigue corriendo.
Ole por las ampliaciones del Parque, ole por el Patronato y ole por estos políticos que mantenemos para que nos defiendan de las injusticias. Presiento que si el Patronato sigue con esta política en una de esas reuniones aparecerá un diálogo como el de Bulnes. Y esa Fuenteovejuna estará formada por los pastores, los hosteleros y este pueblo que está hasta los cojinetes de prohibiciones para ellos, y protección para las alimañas y depredadores (amén del lobo). Se prohíbe subir a los Lagos en coche. Se prohíbe hacer un tren cremallera. Y, ahora, se prohíbe andar a pie por el Macizo (mutilando la Travesera).
Por mi experiencia en el Patronato (aún me dura la resignación cristiana de haber asistido a varios), diré que cada uno va a lo suyo, a por esas subvenciones inútiles que, como aún hay para todos, se aprueban por mayoría, o, incluso, a pedir que se aumente el derroche. Emulando a su animal totémico, despedazan impunes nuestros impuestos. Subvenciones que, encima, saben peor que las treinta monedas; pues no dejan de ser limosnas, maquinitas para que los niños no molesten. Mientras tanto, satisfechos en su ilusa mayoría, ignoran a los verdaderos moradores, esos damnificados que, para ellos, solo serán cuatro pelagatos.
En uno de estos insignes patronatos, está a mi lado uno que no conozco. Aún no sé de qué pie cojea. Me pregunta que de dónde soy. Le contesto que de Cabrales. Y va y me dice: “No conozco esa zona”, aclarándome en manos de quién estamos.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

