La distopia en la justicia marca España
Quizás sea un problema de empatía, no solo de las personas, sino de las instituciones, del sufrimiento que supone el abandono para los animales. Mientras que en Holanda el número de abandonos es 0, en este país se abandonan 300 al día, 1 cada 5 minutos. Como “Pipo”, un maravilloso y juguetón cachorro abandonado a más de 100 kilómetros de su hogar. Llega a la protectora de Castropol, donde se ponen en contacto con sus dueños, comprometiéndose en venir a recogerlo al sábado siguiente. No vinieron. Se pone el hecho en conocimiento de la justicia. Tras tres meses llega la sentencia. La jueza de Castropol dictamina que no hay abandono y ordena que sus propietarios se hagan cargo. Antes de llegar a casa es abandonado de nuevo en el área recreativa de Guitiriz. Allí es recogido por un camionero de Xixón que lo trae de vuelta para Asturias. Lo lleva al veterinario, que llama, a sus dueños, estos desisten de su custodia. “Pipo” se encuentra de vuelta en la protectora Castro Canin de Castropol.
La paradoja de este periplo judicial es que “Pipo” dejó de ser adoptado por dos familias que estaban interesadas. De nada sirve el endurecimiento de las leyes si la interpretación de los jueces va por libre...
Siento con tristeza las palabras de Gandhi cuando nos dice que la grandeza de una nación se mide en cómo se trata a sus animales.
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