El remake
No me gustan los remakes en el cine. Por lo general y, salvo excepciones, no consiguen superar la obra original y siempre que he caído en la tentación de verlos, me he decepcionado. Pero soy incorregible, suelo volver a caer en la tentación.
Algo de ello me ha ocurrido con el dichoso mensaje de Navidad de Felipe VI la pasada Nochebuena, con la peculiaridad de que esta vez la clase política, los medios de comunicación, los tertulianos y politólogos lo esperaban con un nivel de expectativa tan desmesurado, como incomprensible. Escenario que me hizo a mí también entrar en expectativa ¿Qué esperaban? ¿Qué esperábamos?
Lo cierto es que, al menos una semana antes, no se hablaba ni se escribía de otra cosa que no fuera la evolución de la pandemia y del esperado discurso del Rey por Navidad. Cada cual adelantaba el contenido del mismo, los temas que iba a tocar, el tono que emplearía en cada uno de los asuntos y, sobre todos ellos, inexorablemente, debía estar presente el tema de su padre, el Rey emérito. ¡Sorpresa!... nada ocurrió, como era previsible.
Del discurso del presidente de la República francesa, se puede y se debe esperar mucho, porque es el máximo responsable de lo que ocurre en su país, de lo que ocurre a sus ciudadanos. En ello le va el que los ciudadanos vuelvan a confiar en él o caiga en desgracia y no le renueven su mandato. De un Rey que no gobierna ni puede opinar de política, ¿qué esperamos que diga? Vaguedades, llamamientos generalizados a la concordia, al entendimiento; agradecimientos por el trabajo bien hecho (especialmente en estos días de pandemia) y que disfrutemos de estos días entrañables en familia... poco más. Es decir, lo que se viene haciendo desde hace 44 años. 44 años de “remakes” navideños, salvo algún apunte fuera de guion que en su día trajo cola. Navidades de 2017: La tocata y fuga de la república catalana que duró siete minutos. Felipe VI por primera vez se saltó el guion y echó un rapapolvos a los díscolos de la barretina, estelada y sardana. ¿En qué quedamos, no habíamos dicho que el Rey no puede pronunciarse en temas políticos, que debe mantener una exquisita neutralidad? Desde entonces el número de independentistas aumentó considerablemente y Felipe VI no es bienvenido por tierras catalanas.
Hubo también alguna pequeña pincelada, fuera de guion, en las Navidades del 2011. Los negocios fraudulentos y el entramado societario para delinquir por parte de su yerno y miembro de la Casa Real, Iñaki Urdangarin, “obligaron” a Juan Carlos I a dirigirle (sin nombrarlo) un pequeño tirón de orejas: “La justicia es igual para todos, nadie está por encima de la ley”, expresión que valía para un roto o un descosido o un llamamiento generalizado a la ola de corrupción que asolaba al país de la mano del PP. El caso es que los exegetas de la política destacaron el supuesto “rapapolvos”, “Un discurso valiente y esclarecedor”. Lo alabaron y lo pusieron en un pedestal. Había, al parecer, construido un “cortafuegos” para que los negocios corruptos de su yerno no lo salpicaran. ¿Sabían los exegetas de la política que mientras pronunciaba estas palabras, Juan Carlos I estaba abriendo cuentas a nombre de testaferros en paraísos fiscales y empezaba a llevar dinero en maletines a Suiza? Es decir, estaba actuando desde la Jefatura del Estado como un vulgar chorizo (¿actuará la Fiscalía en contra mía por estas palabras a petición de Vox?)
“Unos principios éticos que nos obligan a todos sin excepción; y que están por encima de cualquier consideración de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares”, ha dicho Felipe VI, como especie de “tirón de orejas” a su padre. Un “remake” de lo dicho por Juan Carlos I en 2011 dirigido a su yerno. Inmediatamente llegaron los aplausos (PP/Vox/Cs), la “prudencia” del PSOE, la “caña” de Podemos/ERC, PNV/PdCat/Bildu...y, por supuesto el desencanto de aquellos tertulianos, columnistas, politólogos que se empeñaron días atrás en confeccionarle el discurso al Rey.
¿Habría cambiado algo si Felipe VI, hubiese sido más contundente, más directo desaprobando los choriceos de su padre? Me temo que no, porque lo que de verdad esperan sus “súbditos”, es un castigo ejemplar, como el infligido al todopoderoso ministro de economía Rodrigo Rato o tantos otros políticos “intocables” que ya han pasado por los tribunales o la cárcel, por delitos de la misma naturaleza que los cometidos por el Rey emérito. Para ello, lo único que necesitamos (y muchos hemos pedido a los “reyes magos”) es que en el 2021 actúe la justicia y que la inspección de Hacienda sea más diligente como lo es con todos nosotros. Como actúa la justicia en Francia, que ha llevado al banquillo de los acusados al expresidente de la República, Nicolas Sarkozy, para quien se le pide 10 años de cárcel por delito de corrupción.
Salvo que tengamos que darle la razón (y nada me jodería más) a la descerebrada presidenta de la Comunidad de Madrid, “Payuso” (tomo una vez más el calificativo de mi amigo Ángel Lozano): “La ley es para todos la misma, pero no todos somos iguales ante la ley, porque el Rey Juan Carlos no es ni muchísimo menos como usted”... “Ha sido un gran embajador” (en referencia a una pregunta del diputado autonómico Pablo Gómez Perpinyá en la Asamblea de Madrid). Vamos, que ni el mismísimo Felipe VI se habría atrevido a tanto. Es lo que tiene ejercer de cortesanos o bufones del Rey en el siglo XXI.
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