Hola, Jesús, este 28 de diciembre de 2020
Hola, Jesús, otro año más y oye, que no cambiamos; todo sigue igual, quizás algo peor. Te voy a hacer un somero resumen para que te mantengas informado porque este año ha sido, bueno está siendo, un tanto raro. Te voy a poner en antecedentes.
En marzo, de repente aparece una nueva enfermedad y el mundo colapsa y todo se detiene, el colegio, la universidad, se cierran los bares, las salas de fiesta, los teatros y los cines. También cierran los centros de culto y las residencias de mayores se blindan para que nadie de fuera pueda contagiar ese mal a los internos, pero da igual, pues miles se mueren, yo creo que de una tristeza inmensa y de saberse solos ante la nada. Esto implica que nos quedemos en casa a teletrabajar (si somos de los afortunados que aún tienen una ocupación profesional), un aburrimiento enorme y triste, del que sabe que ya no hay futuro; unas jornadas que se extienden como una goma elástica o como uno de esos chicles que los chavales estiran en los parques, pues cada día se hacen más y más horas delante de la pantalla de un ordenador.
Luego, alguien decide que hay que aplaudir a los sanitarios, que también se mueren y ni ellos pueden ayudarse a seguir viviendo; cosas extrañas pasan, ya te lo avisé, Jesús. Aunque más adelante se decide que aplaudir no repara el daño y el miedo que se han instaurado en nuestras vidas y que parece que ha venido para quedarse.
Bueno, Jesús, alguien, unos meses más tarde, dice que se ha conseguido doblegar, creo que esta fue la palabra usada, al causante de dicho descalabro de muerte y dolor. Dentro de mí yo sabía que ese causante, dicen que vírico, no iba a rendirse así como así, de hecho, aún es "uno de los nuestros" y le gusta invadir los cuerpos de los demás, porque, como dice mi abuela, se sienten cómodos y muy, muy protegidos. Estamos a 27 de diciembre y me temo que ya es un habitante de la Tierra de puro derecho, pero como parásito, no como un amigo.
Otra cosa muy distinta de las demás Navidades es la prohibición de ver a los mayores de mi familia, mis abuelos y mis tíos; tampoco me dejan entrar a visitar a mi otra abuela en el hospital porque me dicen que la puedo matar, el médico me hizo estallar de dolor y aún sigo en este mar de lágrimas y ahogada en una profunda tristeza que no tiene fin.
Por otro lado, yo creo, Jesús, que toda esta locura de prohibiciones, toques de queda, no salir más tarde de las 22.00 horas porque es cuando más duramente actúa este virus-microbio y la vuelta a las calles empieza a las 6,00 de la mañana, es decir, que a esta hora ya se muere, pero parece que resucita hasta la medianoche, yo estoy segura de que es un bicho-microbio-vampiro; otra norma es la de no dejar de echar gel en las manos, en las que ya no me queda casi ni piel, lavar el pelo a cada hora por si cogí el virus-microbio-vampiro cuando voy con mi madre a hacer la compra.
Mi casa siempre estuvo bastante limpia, pero es que ahora ya no podemos tocar nada porque nos castigan sin deberes, y yo quiero hacer deberes por si de repente nos dicen que esas leyes que aprueban a los niños "por la cara" ya dejan de existir y además yo quiero estar preparada por si he de emigrar a otro país, ya que en España mueren y mueren montones de personas cada día.
Jesús, ahora mismo estoy pensando que como mañana es el día 28 de diciembre, día de los inocentes, van a devolvernos a la normalidad de antes de marzo, por fin, y voy a poder quedar con mis amigas en el parque para que nos presten los chicos de mi pandilla sus bicicletas; son medio tontos, siempre nos creen, pero siempre regresamos con ellas horas más tarde de lo acordado.
Bueno, dejo de escribir, ya es el día 28 de diciembre y el milagro va a ser una realidad, me levantaré y todo esto habrá sido una "inocentada" tuya, Jesús, para que empecemos a valorar lo que tenemos y dejemos de ser egoístas, malos y vengativos. Te prometo, Jesús, que al menos yo lo voy a intentar.
Deseo que todos hayamos disfrutado de esta rara Navidad muchísimo, pensemos en la siguiente, que te pido, Jesús, sea como las que yo recuerdo cuando era niña, llenas de amor, bullicio, gritos, persecuciones por los pasillos de casa y también recuerdo los intentos de encontrar los regalos de Reyes en los armarios de cada habitación. Por cierto, esos regalos nunca aparecieron; mi abuela, que era muy lista, los dejaba en casa de una de sus amigas que no tenía ni hijos ni nietos.
Quiero para ustedes y para m, todo el amor, la armonía, la alegría y la paz que la vida nos pueda regalar y que este año 2021 sea un año feliz de verdad.
Bueno, Jesús, hasta la próxima. Ya te escribo otra vez cuando pueda. En cuanto haya algo que compartir, te mando otra misiva con más información, que seguro estará plagada de acontecimientos felices y muy agradables. Hala, adiós.
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