Predicen tebeos y demás escrituras
En los clásicos cómics de aventuras -por ejemplo, en los episodios de "Flash Gordon" que he releído, rejuveneciendo, durante los recientes confinamientos- es recurrente encontrarse con personajes frustrados -resentidos, celosos o envidiosos por sentirse atacados, humillados y preteridos- capaces de llevar a cabo, por despecho, depresión y rabia, o por calenturienta ofuscación transitoria (y un catalizador de propia mezquindad), cualquier traicioncilla, lance o faena miserable contra otros protagonistas de la historieta, sean heroína que roba a chica el corazón del héroe, chico que se gana el favor de la moza ya cortejada, macho beta, gama o delta destronado por un nuevo líder o machirulo o hembrirula eclipsados por aparición en escena de ejemplares con más contundentes volumetrías.
Igualito igualito sucede en la historia real -entre chunga y patética- de dos conocidos partidos políticos inoportuna y esterilizantemente enfrentados en nuestra doliente y envenenada actualidad. En este tragicómic patrio -y para su mayor ridículo- los lideresos de uno de los grupos en conflicto parten de un error sustancial, cual es creerse que el ahora odiado colega les robó con nocturnidad y alevosía el amor de quienes han pasado a ser sus actuales seguidores, cuando todos los que conservamos los fascículos previos y tenemos memoria del hilo argumental sabemos cuál es la verdad: que quien ahora pretende ir de víctima agraviada fue quien, viñetas atrás, puso los cuernos a buena parte de sus fieles con coqueteos, burdeleos, pecados solitarios o impotencia crónica/sobrevenida.
Algunos son tan obtusos, caciquiles y sobrados que consideran los votos un vínculo incondicional, hagan ellos lo que hagan o no hagan aquello a lo que se habían comprometido: un patrimonio de por vida exento de tributación. Su esquema mental es tan errado que llegan a reclamar como robados los votos que siguen considerando su capital y no lo que realmente son, o debieran ser en democracias maduras (o aprendiendo a duras penas a serlo, como la nuestra): una apuesta o inversión inteligente, libre y responsable de quienes buscan atractivo, flechazo, fiabilidad y un mínimo rendimiento y satisfacción en andaduras de riesgo.
Algunos son tan antiguos que no se han enterado -a pesar de su súbita sedicente vocación socialdemócrata- de que en este mundo globalizado, informado, inclusivo, igualitario, sostenible y circular existen -y coexisten- la aventura, el amor libre, las uniones de hecho, el divorcio y demás correlaciones. Y es tal su obnubilación que son muy capaces de ponerse en ridículo ante propios (a los que menosprecian) y extraños (su venia mendigando) con salidas de pata de banco y perretas contra natura: tiro de piedra a propios tejados y mordidas a la mano que, tarde o temprano, están asiendo y han de asir necesariamente.
Resumiendo para próximos capítulos de la saga: hay arrogantes y autistas a quienes ni se les ocurre pensar que hay otras formas -las honestas e inteligentes- de recuperar voluntades perdidas: examen de conciencia, contrición (no atrición), propósito de enmienda y enmienda.
(Y si no, así les va a ir. Como a sus antecesores Gypsa, Brazor, o a la mismísima Dale Arden cuando perdía seso y estribos).
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