Felipe VI contra viento y marea
Desde que pronunciara su primer discurso como Rey, en 2014, han transcurrido más de seis años, en los cuales ha habido más luces que sombras, a pesar de las piedras que se ha encontrado por el camino, que no han sido pocas y que ha sabido sortear con bastante dosis de prudencia, que es, a mi entender, la característica que mejor le define.
Esto es, al menos, lo que se desprende de sus comparecencias públicas, algunas de las cuales, como la más reciente, se producen en momentos de máxima tensión social y política, por tratarse de una etapa muy castigada por la pandemia y por el hartazgo que la permanente contienda parlamentaria está generando, más el factor añadido de las expectativas que había suscitado el "affaire" de su padre, el Rey emérito Juan Carlos I.
En tales circunstancias, y con un vendaval político de planteamientos enfrentados, resultaba complicado que Felipe VI pudiera salir indemne y seguir contentando a una mayoría de ciudadanos que siguen apoyando la Monarquía Parlamentaria, y, en consecuencia, a un monarca que está navegando en aguas turbulentas, contra viento y marea.
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