Illa, candidato
Aunque el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, nos había dicho el martes 29 de diciembre (todo un detalle que no fuera el día 28) que no pensaba hacer ningún cambio en el Gobierno, eso era unas pocas horas antes de que tanto el PSC como el Rasputín asesor presidencial, Iván Redondo, manejaran encuestas internas sobre las preferencias de los catalanes, en concreto sobre las preferencias sobre los candidatos. Así que donde dije digo, digo Diego y cambiamos de tercio. Los españoles ya sabemos que las afirmaciones rotundas de Sánchez hay que tomarlas como el Principio de Incertidumbre de Heisenberg, es decir, no podemos conocer al mismo tiempo la posición y el momento, sea de un electrón o de una cuestión. ¿Quién dijo que la política no se parece mucho a la mecánica cuántica? Miquel Iceta, el secretario general del PSC, ha dado un paso a un lado y Salvador Illa tendrá que salvar el resultado electoral en Cataluña. Es una lástima que ya no podamos ver los encantadores bailes de Iceta en plena campaña. Pero, si todo esto no parece muy serio, escuchas a la oposición y te das cuesta que vivimos en un país donde la esquizofrenia se ha enseñoreado del gallinero. ¿No eran las derechas y la ultraderecha las que decían que el ministro de Sanidad, Illa, era un inútil, que sabría de filosofía pero que no tenía ni idea de Sanidad y de pandemias, y pedían su dimisión un día sí y al otro también? ¿Ya se ha frotado usted los ojos? Pues bien, ahora las derechas y la ultraderecha critican que Pedro Sánchez quite de ministro a Salvador Illa, en plena tercera ola de la pandemia, y que vaya de candidato del PSC a las elecciones catalanas y su única preocupación es saber quién será la nueva o el nuevo ministro de Sanidad para empezar a criticarlo/la antes de que le den la cartera. Yo pensaba que no se podía soplar y sorber al mismo tiempo, pero ya empiezo a dudarlo. ¿Qué habremos hecho los españoles para merecer esto?
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