Al alcalde de Ribera de Arriba
¡Por favor! No llame cuento de Navidad al titulado muy atinadamente por Manuel Vicent como “Milagro en La Ribera”. Es un cuento muy bellamente escrito, pero no de Navidad. El cuento narra un milagro (¿realizado por Amón-Ra, durante el solsticio de invierno?). Eso es lo que parece. Pero no es propio de Navidad.
No voy a decir lo que es propio para mí, pero sí lo que me resulta no solo impropio, sino también insultante: Papá Noel, Anguleru, Oleaceru (o algo así; no leí bien en la tele, porque estaba sin gafas, pero parecía algo relacionado con el aceite), regalos de estos personajes, renos, trineos, iluminaciones excesivas, reuniones para comer y beber porque es lo que hace todo el mundo, supersticiones, idolatría, etcétera.
En la tarde del 25 de diciembre, a las 16 horas, se produjo un milagro que duró diez minutos: un arco iris completo y muy intenso (¿debería decir “rainbow”?) que partía del mar en el centro de la preciosa playa de San Lorenzo, e iba difuminándose por La Providencia; y un trozo de arco un poco más débil por la izquierda. Nunca había visto antes nada parecido. Pero observé (tengo la suerte de vivir frente al mar) que la gente paseaba por “El Cascayu”, por “El Muro” o por la playa con sus perros, con el paraguas o la capucha sobre la cabeza, sin percatarse de tanta belleza. Esto no es un cuento.
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