El fin de la democracia
El 20 de octubre del año pasado LA NUEVA ESPAÑA me publicaba amablemente en esta misma sección un artículo con el título "¿El fin de la democracia?". Después de algunas consideraciones y análisis el escrito concluía así: "Ningún escenario es más diáfano y más clarificador para ilustrar lo que quiero decir que los EE UU. Son ya muchos analistas los que coinciden en afirmar que la democracia está en serio peligro en la primera potencia mundial, como nunca lo había estado a lo largo de su historia, ni siquiera durante el Macartismo. Nunca se había visto a un presidente y a un líder de la oposición hacer llamamientos a soluciones golpistas, al margen de las urnas, de la democracia y de la ley, pero eso es precisamente lo que están haciendo tanto Donald Trump como Joe Biden, y estamos hablando de un país donde la gente está armada hasta los dientes. Las próximas elecciones presidenciales estadounidenses van a ser la prueba del nueve para ver si estamos planteando debates absurdos y tonterías o, al contrario, hay una nueva y muy seria amenaza a la democracia que podría materializarse primero en los EE UU para luego extenderse por todo Occidente. Los demócratas, de izquierdas y de derechas, que están muy perdidos últimamente y que coquetean con fuerzas y poderes no democráticos, deberían tener mucho cuidado". Pues bien, como es evidente, ha sucedido lo que nos temíamos. A veces fastidia mucho acertar. Los acontecimientos que todos hemos visto en el Capitolio, que han dejado cuatro muertos y decenas de heridos, han sido la cosecha de años de mentiras, de años de sembrar odio y de años de discursos incendiarios que muchos se tomaron a risa. Ahora sabemos que congresistas y senadores en los EE UU decían exactamente las mismas cosas que dicen algunos por aquí, entre otras burradas, también hablaban de fusilar a sus compatriotas. Así que "cuando veas las barbas de tu vecino pelar por las tuyas a remojar", dice el conocido refrán. Si no cortas la cabeza de la serpiente de un tajo democrático y legal, pero contundente, pondrá huevos y tendrá crías, y el fascismo es una serpiente venenosa. Es imposible saber lo que va a pasar en los próximos días en la todavía primera potencia mundial, pero lo que está claro es que no lo van a decidir ni Trump, ni Biden, lo va a decidir el entramado militar-industrial, los bancos, las grandes corporaciones y, en fin, los grandes poderes económicos. Si no es suficiente con la Guardia Nacional, el Pentágono enviará al Ejército para parar esto, aunque lo prohíba la ley, pero EE UU, pase lo que pase, ya ha dejado de ser el paladín de la democracia. Es al tiempo que suceden este tipo de cosas cuando aparece diáfana la verdad y las patrañas se desvanecen como humo en el viento. Mientras todos veíamos en directo los acontecimientos, los cubanos exiliados de la "gusanera de Miami", como dicen en Cuba, pedían a Trump que sacara el Ejército a la calle para consolidad el golpe de Estado. Los que decían ser demócratas en realidad eran fascistas, como algunos sabíamos. Y todo esto ha sucedido el mismo día en que la UE ha dejado de reconocer a Guaidó como "presidente encargado de Venezuela" por corrupto y por ladrón. Atentos.
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