A mi amigo Rufino
Eran poco más de las diez de la noche del domingo 3 de enero del recién estrenado 2021 cuando, amigo del alma, recibo la noticia de que te has ido para siempre. Quedé atónito; tal es así que mi hijo me dijo: “Y tú qué, no dices nada”. Nada podía decir porque se me heló la sangre. Aún tenías bastante vida por delante, pero fuimos privados de poder seguir compartiendo contigo buenos momentos. Son cosas que suceden para las que cuesta mucho trabajo encontrar una explicación. El día 4, unas horas antes de partir al camposanto de San Salvador de Alesga, el párroco de San Claudio rezó un responso por tu alma y decía en su intervención que fuiste llamado por el Señor; sin embargo, dijo que era difícil aceptar esa llamada. Tarde o temprano, para todos, se crea o no, algún día llegará.
El polígrafo Cicerón sentenció bien cuando dijo: “La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos”. Así es, pues ese trance por el que hemos de pasar no conseguirá anular tu recuerdo y en mí perdurarán de por vida aquellas vivencias que compartimos. ¿Cómo no voy a recodar las tertulias que manteníamos con los tres mosqueteros cuando esperábamos la salida de nuestros hijos del colegio? Aquellas tertulias en las que se abordaban diferentes temas dieron pie a una comida en el restaurante Casa Cristina en Tellego. ¿Y los días de la familia cuando nuestros hijos compartían campamento en Villamanín y luego en Perbes? Nunca olvidaré la degustación del chosco, que nunca faltaba porque, entre otras cosas, le encantaba a uno de mis hijos. Compartíamos con nuestras familias y algunas más todo lo que llevaba cada uno aderezado con risas y buen rollo, como se suele decir. Eso es lo que el paso de la vida terrenal a la eterna no podrá borrar de mi corazón porque tuve la suerte de conocer a una buena persona, a un amigo, a un paisano, cosa difícil en los tiempos que corren. Tampoco puedo olvidar el cariño que mostraste siempre hacia mis padres, a los que conociste en este contexto, y sobre todo la tarde que compartimos en Ponteo alrededor de una familiar merienda.
Suena a tópico hablar bien de los que se van, pero en tu caso, Rufino, es de justicia. Fuiste un buen hijo para tus padres y suegros, has sido un buen compañero para Beli, que hoy, mañana y siempre llorará tu partida, aunque esta poco a poco se le hará llevadera porque tiene el cariño de los hijos, nietas y amigos. También has sido un buen padre y un entrañable abuelo al que sus nietas nunca olvidarán.
Tu memoria ten por seguro que permanecerá entre los que te hemos conocido y hemos sido bendecidos con tu amistad y aprecio. DEP.
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