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Juan Luis Ruiz de la Peña

13 de Enero del 2021 - Ceferino Fernández Suárez (Illas)

En el próximo otoño se cumplirán los 25 años de su muerte. Y por mi parte disfruté cuando en la apertura de este mismo curso en el Seminario de Oviedo se hizo ese homenaje que bien se lo merecía. Esto y mucho y más.

Debo confesar que tuve menos de la deseada relación con él. Siempre fue admirado en el Seminario y yo también lo admiraba. Hoy lamento que por mi timidez no haya hablado más con él.

Pero sí recuerdo un verano en Covadonga. En el tiempo libre que nos daban por la tarde, estaba leyendo “El misterio del ser” o “Existencia y Verdad”, de Gabriel Marcel (no recuerdo bien ahora cuál de los dos). Él se acercó a mí y se interesó por mi lectura. Pero por timidez preferí ofrecerle el libro que estaba leyendo. Me alegró el que me lo aceptase. Me lo devolvió al final del cursillo.

Pero lo que nunca olvidé fue su serena y ponderada intervención ante todos los que estudiábamos Teología para imponer en aquel un momento de seria crisis serenidad y cordura. Si por mí fuera, en aquel momento pediría que lo nombrasen rector u obispo. Quedé convencido de que Ruiz de la Peña iba para algo grande.

Ya en Madrid, en el Colegio de la calle Écija, 4, me encontré con el aprecio que allí le tenían. Recordaban su nombre y su persona con todo el cariño. Hasta recordaban la emoción que se llevaba cuando su Real Oviedo -de Carrete, Alberto y García Barrero- ganaba un partido. Ya en la Universidad de Cantoblanco, también me hablaban de todo lo que habían luchado para que se quedase en ella. Pero el episcopado español pudo más y se lo llevaron para Salamanca y Burgos. Caffarena, Álvarez Bolado, Ureña, Alonso y Vela sólo tenían elogios para él.

Pero de Juan Luis debo decir más. Aunque de lo que ahora pienso me enteré años más tarde. Su intervención en el obispado había sido decisiva para que tanto mis padres como yo no hubiéramos llevado el mayor disgusto de nuestras vidas. Recordar esto aún me estremece. Pero por respeto a la comunidad del Señor no hablaré más de ello y guardaré silencio. Y lo hago también por él.

Por lo demás, bueno sería que alguno de mis compañeros recordase todo lo que ha escrito sobre la creación. Para Juan Luis la idea de la creación propiciaba el respeto por la naturaleza y la responsabilidad ecológica. Y al escribir esto estoy seguro de que pensaba también en Asturias. Por lo demás, se sorprendería ante el interés de algunos que piensan que van a arreglar la crisis que sufre la Iglesia a base de la aplicación de cánones. A los que tanto temen por el futuro del cristianismo, Ruiz de la Peña les recordaría que este va indisolublemente ligado al hombre que le presta su nombre: Jesús, el Cristo. Mientras Jesús siga siendo su gran referente, el cristianismo continuará teniendo futuro. Apostemos, sobre todo, como Ruiz de la Peña, por darle a conocer.

Debiera alargarme más al pensar y escribir sobre Ruiz de la Peña. Él me lo perdonará. Pero, creedme: lo que hoy escribo no solo lo hago con agradecimiento, sino también con cariño y orgullo.

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