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Porque lo digo yo y basta

14 de Enero del 2021 - Alejandro González Lada (Urbiés)

¿Por qué tengo que madrugar? ¿Por qué tengo que ir al colegio? ¿Por qué tengo que obedecer? En más de una ocasión hemos presenciado esta situación, el cuestionamiento sobre órdenes y actitudes que buscan una respuesta convincente, concluyente, que dé lugar al silencio y acato de la orden dada.

Siempre y cuando las respuestas sean claras y convincentes, las preguntas podrán cesar o, en su defecto, perder el efecto ametralladora, pero si la colección de interrogantes se resuelve con exasperación y se concluye con una respuesta autoritaria, la actitud defensiva culminará en la desobediencia.

Como si de niños se tratara, esta democracia que soñábamos madura y adulta se encuentra en pañales y lo peor de todo es que huele y la mayoría se decanta por seguir respirando el hedor, al que contrariamente nadie se acostumbra, claro está que hay excepciones, pero yo personalmente sigo prefiriendo el 212 de Carolina Herrera al olor de la alcantarilla en tiempos de sequía.

En el año 2021, cuando nuestra democracia ya tiene más de 40 años, somos incapaces de interpretar, actualizar, y aplicar la ley como es debido, parecemos una democracia más en el panorama europeo, pero no, España sigue siendo distinta al resto de naciones de la UE y, como dijeran los franceses hace años, África empieza al sur de los Pirineos.

Somos una monarquía parlamentaria, y eso quiere decir que el Rey ejerce la función de jefe del Estado, pero está bajo el control del poder legislativo y del ejecutivo, es decir, el Rey reina pero no gobierna. Si esta democracia estuviera consolidada, si el Parlamento fuera la representación del pueblo, estoy prácticamente seguro de que la colección de escándalos que acorralan la gestión del Emérito se dilucidarían y resolverían con una condena unánime, y más pronto que tarde, porque por mucho que algunos políticos se empecinen en que la ley debe ser distinta para unos que para otros, es la Constitución la que nos dicta todo lo contrario, "iguales ante la ley" (artículo 14).

Ayer era la primera vez que los letrados del Congreso se mostraban favorables a la apertura de una investigación por las actividades del Rey emérito y, para vergüenza de todos los habitantes de esta Península, se consumó el veto de manos de los conservadores y de los fascistas, algo esperado; lo que ya no veo ni medio normal es que el PSOE complete el trío, cuando estableció su oposición a la investigación en tanto en cuanto no se produjeran en las circunstancias que ayer tenían lugar. Dice Margarita Robles que el presidente del Gobierno no ha dejado duda de su apoyo a la Monarquía Parlamentaria, y no voy a ser yo quien lo ponga en duda, a sabiendas de que la oposición conservadora está al quite para aprovechar la mínima contra el Gobierno de coalición, pero si lo que quieren es tener una monarquía parlamentaria, en donde el derecho de pernada se articule como un anexo al artículo 14 de la Constitución, no cuenten con mi apoyo. Si realmente quieren que la democracia tenga una larga vida, que la monarquía parlamentaria siga adelante, lo primero que deberían hacer sería limpiar una institución que destila pestilencia, y no seguir ocultando, blanqueando unos movimientos impropios de la figura de un jefe de Estado.

El daño ya está hecho, pero con esto no han conseguido otra cosa más que ahondar en la llaga infecta que supone la corrupción para este santo país. Ya lo dijo Valle-Inclán: "En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo".

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