Convencer

15 de Enero del 2021 - José María Casielles Aguadé

Como viejo político –diputado en la primera legislatura de la Junta General del Principado de Asturias (JGPA), y posteriormente senador electo del Reino de España en la tercera de las Cortes– creo, sinceramente, que nuestra tarea de orientación a los conciudadanos no termina con la anterior percepción de los ingresos del cargo, sino que es moralmente imperecedera y nos obliga de por vida. Dicho esto, queda pendiente otro concepto esencial: el de “convencer”. Convencer no significa vencer “contra”, sino vencer “con”. Con el convencimiento no hay “vencidos”, sino compañeros de victoria, sin secuelas de odio ni rencor.

Como aún más viejo docente de Enseñanza Media y Universitaria, he repetido desde mis cátedras que los insultos y las descalificaciones no convencen a nadie, y que la batalla del convencimiento hay que ganarla a través de la “dialéctica”, que es nada más y nada menos que el arte del convencimiento a través del contraste de pareceres, con la fuerza de los argumentos y el dominio de la razón.

Decía mi venerable padre (q.e.p.d.) que las personas no deben ser señaladas con el dedo, ni criticadas citando sus nombres. Se puede y debe hablar del pecado, pero no del pecador. Magnífico consejo que nos evitará muchos problemas y margina resquemores innecesarios y estériles.

SUMARIO: El deber del político de practicar la dialéctica para defender sus ideas, con la fuerza de los argumentos y el dominio de la razón

DESTACADO: La experiencia kafkiana del asalto al Capitolio norteamericano ha de servirnos de reflexión para nuestros problemas de desorden institucional, en el que vivimos de forma generalizada

La actual experiencia, verdaderamente kafkiana, del asalto al Capitolio norteamericano ha de servirnos de reflexión para nuestros problemas de desorden institucional, en el que vivimos de forma generalizada: USA, Rusia, Venezuela, U.K., España y para qué seguir. Se ha perdido el norte, y, más aun, la misma brújula, y ante esta tesitura, tristemente extendida, solo queda un remedio común, que reiteradamente ha proclamado la Iglesia: “Fray Ejemplo es el mejor predicador”.

Del terrible disparate del asalto al Capitolio quedan también otras enseñanzas que aprender. En primer lugar, llama la atención positivamente la ejemplar independencia de algunos diputados y senadores republicanos para defender su dignidad y responsabilidad personal con su voto negativo a la impresentable pretensión del presidente de su partido (y de la nación), que se obstinaba en el desacato al resultado de las elecciones. Estos políticos han demostrado que “no son la voz de su amo”. No menos llamativa es la retirada de la cuenta de Trump en varios medios importantes de comunicación social, mostrando claramente que en política no vale todo. En tercer lugar, me parece también ejemplar la entereza e independencia de la justicia USA, cuando el presidente intentó coaccionarles. Pronto veremos en qué termina todo eso. Por otra parte, de muy desigual signo es la noticia vertida ya en algunos medios de comunicación de que el pintoresco Mr. Trump está pensando en autoamnistiarse de sus propias responsabilidades antes de abandonar el sillón de la Casa Blanca. Sería verdaderamente portentoso.

Los protocolos de control vacunal seguidos históricamente por los organismos FAD (americanos) y EMA (europeo) han sido implacablemente rigurosos durante decenios, y eso era garantía de su seguridad. La indiscutible agresividad de la pandemia de coronavirus, así como la innegable concurrencia de intereses políticos y económicos, han forzado una “aprobación de emergencia” que suscita dudas técnicas razonables: ¿Contagiarán los vacunados? ¿Qué tiempo durará la protección? ¿Cuáles serán los posibles efectos secundarios a medio y largo plazo? Y todo esto, reconociendo la brutal gravedad de la enfermedad, que se ha llevado ya por delante casi dos millones de personas en más de ciento ochenta países. También está claro que la general atención política a la pandemia ha sido muy deficiente, pero en unas naciones mucho más que en otras, por acusadas diferencias en sus sistemas de respuesta a la alarma y emergencia.

Para el personal sanitario el esfuerzo ha resultado heroico por la penuria de recursos materiales y de protección de personal.

En suma: “Convencer” es vencer juntos con criterios justos y objetivos. No arrollar, confundir, manipular, ni oprimir al contrario.

Las consecuencias económicas de la desafortunada gestión del coronavirus las veremos inmediatamente con el incremento del paro, ya evaluado en casi cuatro millones de trabajadores, el desarrollo de los ERTE y las subidas de precios anunciadas: alimentos frescos, 4%; combustibles, 4%; gas, 6%; seguros, 8%; bebidas azucaradas, 11%; luz, 27%. El aumento de las pensiones, para las que se proyecta alargar el periodo de cotización, podría llegar, aun con reparos, al 0,9%, especialmente “fabuloso” para las viudas. Con estas “razones” será difícil convencer a nadie, incluso a los más incondicionales, ni presumir del mérito de la gestión.

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