Meigas no

15 de Enero del 2021 - Antonio Valle Suárez (Castropol)

No sé tú, amigo lector, pero yo pienso que el mundo no se acaba aún de esta, mal que pese a algunos. A la humanidad nos queda ir viendo, y a lo mejor sufriendo, las desgracias y sinsabores que el paso del tiempo nos vaya deparando, pero, a pesar de todos los pesares, el mundo saldrá adelante como siempre lo hizo, haciendo buena la frase: "Retroceder solo para tomar impulso".

Crisis, guerras, injusticias, pandemias y demás calamidades es probable que continúen siendo la base para que el hombre siga investigando sobre aquello que le haga seguir avanzando, aprendiendo y mejorando, con la intención de que el mundo se modernice y sea un poco mejor para todos, y no solo para unos pocos. Hasta ahora siempre ha sido así y, mal que nos pese, me temo que seguirá siéndolo. ¡Ojalá me equivoque!

Razonémoslo fijándonos en que, hasta ahora, el tiempo para el descubrimiento y puesta en marcha de una vacuna era de años, incluso décadas. Sin embargo, esta última, fabricada con la intención de frenar a la pandemia que estamos viviendo, solo necesitó gestarse durante nueve meses para después comenzar a aplicarse. ¿No será que necesidad obliga? Por tanto, como legos que somos en el tema la inmensa mayoría de los ciudadanos de a pie, entre los que, por supuesto, me incluyo, seamos optimistas y parémonos solo un momento a pensar de qué armas se valieron nuestros antecesores para luchar, e incluso erradicar, contra las temibles enfermedades que a lo largo de los tiempos se presentaron sin previo aviso azotando, atemorizando y diezmando a la población del mundo...

A poco que nos informemos por los medios fidedignos que tenemos a nuestro alcance en este mundo moderno que nos toca vivir, nos saltará a la vista que la primera vacuna fue inventada por casualidad, en 1776, por el médico británico Edward Jenner. Gracias a ella se salvaron millones de vidas en todo el planeta. Y si nos parece poco el bagaje, sigamos investigando lo que ha pasado con el descubrimiento y aplicación de las vacunas que siguieron a la primera: rabia, tuberculosis, fiebre amarilla, difteria, sarampión, tétanos, poliomielitis, Hib. y hepatitis B.

Ignoro lo que ustedes opinan, pero yo creo a pie juntillas en la ciencia médica y espero que ello no moleste a nadie. Por eso pedí a Sus Majestades los Reyes Magos que, por favor, no me dejen sin vacuna. Otros creen en las meigas -de las que, por cierto, se habla mucho de ellas en Galicia, León y Asturias-, yo no.

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