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El jardín del Reconquista

1 de Agosto del 2010 - Manuel Prieto García Tuñón (Oviedo)

Hace pocos meses que el hotel más hermoso, singular y señero de Asturias, orgullo merecido de Oviedo, fue objeto de un último cambio de su gestión hotelera, en la que se anunciaba a título informativo notables mejoras de su conservación, siempre bien recibidas y merecidas por cierto.

Soy por suerte espectador a diario desde hace más de 50 años de la visión ininterrumpida, día a día, de su emblemática fachada coronada por el noble escudo acuartelado de símbolos ennoblecidos por la historia del tiempo y por la ejecutoria de su destino, desde hace más de casi tres siglos. Recreo la mirada diaria hacia esta estampa real de nuestra historia, tallada en sus berroqueñas piedras doradas, que acarician luces reflejas en la mañana de sol, o se embeben en cristal húmedo y brillante de la lluvia espesa del orbayu. Sobre estas piedras se alzan las arcadas y ventanas de herrados balcones, y a su fondo la cúpula enhiesta y majestuosa que cierra el ábside de la que fue capilla tan bella, como singular, y hoy es el habitáculo más hermoso del hotel, destinado a comedor inigualable, por su hermosura, plena de armonía, y acogimiento.

De poco acá, coincidiendo con el cambio de gestión del hotel, estamos viendo la casi desaparición total de su ya mermada jardinería, hasta convertir ésta en dos únicos prados mal llamados césped, sin más. Han desaparecido las especies arbóreas intercaladas en el césped, siempre verdes y bien cuidadas en sus formas y relieves que adornaban y suavizaban con su verdura la adustez seca de la piedra. Mejor que un jardín del norte de España simboliza un oasis con sus tres solitarias palmeras. La escalinata de entrada y acceso al espacio ajardinado, desde la calle Arquitecto Reguera, entre dos jardineras muy bellas de piedra labrada, fueron arrancados los arbustos implantados, hace tiempo y hoy permanecen en desolación total, plenos de hierbajos y colillas. Hace dos años una de esas jardineras y su arbusto dio cobijo al anidamiento de una pava real, qué entonces sobre el césped y a la sombra de los arbustos que había, con sus machos se pavoneaban, mostrando la belleza de sus plumas.

A la pérdida irreparable de aquel viejo olmo de gran umbría, cobijo de mirlos cantores en las mañanas soleadas de la primavera o en la blancura invernal de la nieve, y que a la vez difundía verdores y recogimiento sobre los frentes y las losas de piedra, no añadamos adustez a un jardín olvidado y deseado, donde en nuestra Asturias, los prados, los arbustos, las flores y la belleza, es espontánea y connatural a sí misma, con olvido de los oasis.

Estamos seguros de que la nueva gestora del hotel tiene un proyecto más mejorable del que hoy tenemos como jardín. ¡Que sea pronto!

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