Es más peligrosa la calle que ir a misa
Cierta carta enviada a esta sección denota tal desconocimiento sobre la situación en un acto religioso como la misa en esta etapa de pandemia, y tal arrogancia para hacer comparaciones desde el prejuicio, que solo me resta insistir en que hacer afirmaciones como la que hace esa opinante no es que sea solo atrevido, sino que denota el odio inculcado que existe en ciertos ámbitos de la calle, que, sin saber, se lanzan a zaherir. Ese odio permite arriesgarse a opinar de esta forma comparativa sin haberse molestado en contrastar los hechos que describe, dando por hecho que en misa no se han dado los cambios necesarios para la seguridad de las personas como también se ha hecho en la calle, donde ya no actuamos como antes.
Existe una enfermedad fanático-religioso-ideológica que llegan a padecer muchas personas; ya que ciertas ideologías crean adeptos de fe ciega que ni se enteran de ello al encontrar normal su sintomatología. Es decir: se creen en la verdad, cuando en realidad muestran síntomas inequívocos de necesitar leer el libro de Marcia Tiburi: "Cómo conversar con un fascista" (Reflexiones sobre el autoritarismo de la vida cotidiana). Doy este consejo de lectura solo para reflexionar un poco antes de lanzarse a piscinas comparativas como la que ha hecho la opinante al opinar que "es más arriesgado ir a misa que al gimnasio". Aunque también podría aconsejar reflexionar sobre otras lecturas más antiguas, y sobre el respeto a otros cultos o culturas. Pero, claramente, desde ciertas religiones ideológicas, los que tenemos estos cultos y culturas no solo estamos equivocados, sino que deberían hacernos desaparecer por ser un peligro para la verdad: su verdad, que además es la verdad de la mayoría de su entorno.
Deberíamos cuidarnos de lanzarnos a esas piscinas comparativas en pro de la tolerancia. Pero, no obstante, me atrevo a comparar la situación de ir a misa en la actual pandemia con la situación de andar por la calle, porque este hipocondriaco controlado así lo percibe.
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