No tenemos la percepción del peligroso virus
Recuerdo antes de ZP aprobar aquellas normas duras de tráfico, donde logró bajar a niveles de los años sesenta el número de muertes en nuestras carreteras, como decía, antes de eso, se intentaron campañas de concienciación, muchas de ellas con imágenes duras y reales de accidentes, y toda una serie de programas donde se apreciaban las consecuencias de distracciones, adicciones, imprudencias o excesos de velocidad. Campañas por cierto seguidas y con gran dimensión de telespectadores. Pero nada, todo seguía igual, muertes y accidentes en aumento. ¿Por qué? Las personas nos acostumbramos a todo, dejamos de percibir ese peligro en nosotros mismos, pensamos que solo les ocurrirá a los demás. Han tenido que poner radares, policías, apretarnos el bolsillo con fuertes multas, retiradas de carné e incluso cárcel.
Pues con la pandemia actual ocurre lo mismo, jamás aprendemos. Deben nuestros gobernantes aplicar el mismo criterio que ZP, nada de recomendaciones y apelar a los ciudadanos, ya sobra todo eso, ahora toca policía y multar fuertemente a los inconscientes e irresponsables. Pagamos un alto coste por esa permisividad en cuanto a vidas, colapso sanitario y ruina económica. O actuamos rápido y duro o seguiremos contando muertos y miseria.
No es cuestión de cerrar nada, es aplicar normas duras y de estricto cumplimento para que todos se conciencien de las medidas de seguridad, no está en juego solo su vida, ponen en riesgo la de los demás. Nada de reuniones fuera de convivientes, nada de fumar por la calle y terrazas, nada de mascarillas eternas y por la barbilla, nada de camareros y dueños de negocios sin normas estrictas (cumplirlas y hacerlas cumplir), nada de juntarse grupos, calles llenas, qué decir de botellones y saraos, no estamos para eso. Limpieza y desinfección a conciencia en todos los centros laborales y negocios. Que la manipulación de artículos y alimentos se haga con pulcritud.
Es más, los sanitarios ya deberían ir pensando en una querella criminal contra los gestores de esta pandemia, no es posible tanta pachorra, el consentir lucecitas y celebraciones de Navidad fue delictivo. No pueden nuestros profesionales sentirse nulos ante el reto de no poder atender a todos y en las mejores condiciones. Estamos convirtiendo los hospitales en cementerios y dolor, como en un Estado de guerra, y no estamos en guerra. Tenemos un enemigo, pero ese enemigo tenemos que vencerlo con estrategia y no ir por detrás de él siempre. No hay profesional que pueda resistir mucho tiempo esta saturación cargada de frustración diaria, donde su mente se resentirá tarde o temprano. Es una crueldad, el que no velemos por nuestras vidas y por evitarles esa sensación de perder pacientes sin posibilidad de atenderles.
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