Vuelos de alto riesgo
Hace unos meses (en octubre para ser exactos), me publicaron un artículo en esta misma sección en la que, a grandes rasgos, comentaba la desafortunada decisión de Easyjet de suprimir los vuelos de bajo coste Asturias-Madrid. Y desde ese momento, viajar en avión a la capital se convirtió en un artículo de lujo. A esa circunstancia –altos precios en plena crisis económica– hay que añadir ahora otra más: el riesgo de quedarse en tierra. En las últimas semanas son demasiados los vuelos que se han cancelado en nuestro aeropuerto. Y por razones varias: temporales, huelgas de pilotos... En todo caso, falta de previsión por parte de aquellas personas a las que corresponda velar por el buen funcionamiento de los medios de transporte. Y en éste concreto del más rápido. Nuestros mandatarios hablan y hablan de proyección hacia el exterior, de turismo, de creación de empresa. Pero mucho nos tememos que como no se cree la urdimbre precisa seguiremos siendo la cola del –en estos críticos momentos– mundo empresarial que será –al menos eso dicen– el único que nos pueda dar prosperidad y nos haga salir de este estancamiento laboral en el que estamos sumidos. Ni qué decir tiene que nuestra promoción turística, en la que tantas esperanzas albergó el Principado para la creación de empleo, presenta pocos visos de ser real si los transportes (en este caso aéreos) –amén de caros– operan con un libre albedrío que nadie parece controlar.
Según los últimos datos públicos, la terminal regional ha perdido un 20 por ciento de pasajeros en diciembre, mientras que la vecina Santander ha ganado un 12 por ciento, curiosamente de la mano de otra compañía de bajo coste (Ryanair) y con la implantación de vuelos baratos que unen Santander con Madrid.
¿Quiénes son las grandes beneficiarias de esto? Alsa y Renfe, que han visto cómo la venta de billetes ha aumentado de forma espectacular desde que Easyjet dejó de conectarnos con la capital.
Y todo fruto de un monopolio que a los ciudadanos de a pie nos resulta difícil comprender. Muchas han sido las voces vertidas en todos los medios reclamando la vuelta de aquellos vuelos de bajo coste que nos acercaban a la capital. Y a mayor clamor, desgraciadamente, menos caso. Sirva la presente a modo de reivindicación. Estoy seguro que la mayoría silenciosa –aunque no tenga mi osadía para manifestarlo públicamente– como yo hago, hace suya mi petición.
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