La democracia si no se fiscaliza entra en declive
Nuestro sistema democrático debiera acomodarse a los tiempos e ir construyendo resortes legales inmediatos para expulsar a los sinvergüenzas que usan la política para crecer ellos y para lucrarse.
Pasa con la corruptela de todo tipo, la más usada y no tan mal vista es colar y enchufar familiares y amiguetes allí donde vean que nadie los fiscaliza. Viene de actualidad, a pesar de ir desenmascarando día a día sinvergüenzas que se vacunan antes del tiempo que les tocaba, van saliendo otros y más, ya son varios los impresentables de todos los partidos que aprovechando su cargo (jóvenes y no tanto) hasta se apuntan por parejas, van colándose y vacunándose por su cobardía y por falta de dignidad. Eso es actual y muy despreciable, ya que afecta a la vida de otros. Pero ya antes daban muestras casi todos de ese desprecio a los demás (sin ir más lejos, la vicepresidenta Calvo ingresó en la privada al detectarle covid, cuando entra en contraposición clara con los discursos en defensa de la Sanidad Pública de su partido ¿Cómo sigue en él?).
Qué decir de ese colarse en las listas de espera en los hospitales, allí, además de los empleados (entendible los familiares más directos), pero muchos lo llevan hasta el carnicero de la esquina. En nuestra sanidad, todos conocemos quienes no tienen listas de espera para nada, amistades, influencias o un simple pagar en consulta privada a quien compagina ambas (privada y pública) como ven, vamos dejando, y eso solo trae desprecio por los demás.
Cuando todo eso se traslada a quien ocupa un cargo público, es doble sinvergonzonería, ya que su cargo lleva implícito el luchar y trabajar por bien de los demás. Por eso, esos que se vacunaron, si no dimiten, debemos echarlos a todos fuera, que se vayan a su casa a guardar listas de espera como todo hijo de vecino.
Escribo todo esto cuando faltan 21 minutos y 21 segundos para las 21 horas, del día 21, del año 21 y del siglo 21.
Espero que los políticos empiecen a sentir el peso de la responsabilidad, que los ciudadanos y la prensa (sobre todo) sepan fiscalizar ese poder, para que no se convierta nuestra democracia en un santuario de sinvergüenzas y de cándidos contemplándolos.
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