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Schettino y Sully

22 de Enero del 2021 - José Luis Peira (Oviedo)

Ambos eran comandantes de sus naves. Schettino estaba al cargo de un crucero, el “Costa Concordia”, y Sully (Chesley Sullenberger) pilotaba un Airbus despegando de Nueva York.

El primero literalmente se cargó el barco, acercándolo peligrosamente a la costa para impresionar a la chavala. A continuación, cuando se dio cuenta de que el buque escoraba sin remedio saltó a un bote y se fue a una pensión a pasar la noche con la churri, a pesar de las reiteradas órdenes que recibió al respecto para reincorporarse a su puesto. La gracieta supuso treinta y dos muertos.

Sully se vio envuelto mientras despegaba por una bandada de grandes aves que en el acto inutilizaron los dos motores de la aeronave. En cuanto comprendió lo que había ocurrido fue capaz, con ayuda de su copiloto, de estimar que la única maniobra con alguna opción de éxito consistía en amerizar sobre el río Hudson. Maniobra que, magistralmente ejecutada, posó a todo un Airbus sobre el agua helada. Colaboró en la evacuación del aparato sin dejar de dar instrucciones y repartiendo de los maleteros ropa de abrigo a los despavoridos pasajeros que se distribuyeron por las alas hasta que fue llegando la ayuda. Fue el último en abandonar el avión. Ni en tierra este capitán se dio un respiro hasta que le confirmaron que los 155 ocupantes estaban vivos.

Sobra aclarar mucho al respecto de la comparativa, pero ambos ejemplos sirven para ilustrar lo que se puede ver en estos días por la España que habitamos. Ha habido prebostes de toda laya, afortunadamente no muchos, que valiéndose de su cargo han tenido la desfachatez de colarse para trincar vacuna de los primeros. Son los “Schettinos”. Basura sobrante de todo sistema, capaces de pisar la mano del primero que se interponga en su camino. Meros regüeldos que no soportan la más mínima prueba del algodón y que por ser son hasta incapaces de disimular.

Siempre se necesitan “Sullys”, más en tiempos sombríos y frente a pruebas difíciles, sospecho que no hay muchos, pero valen tanto la pena que es desgraciado todo sistema que los desprecia de una u otra manera.

Para los otros, la hez de toda sociedad, ojalá les cayera el menosprecio más profundo y la marginación más severa posible. Lamentablemente, es posible que no ocurra; mediocridad ideológica, radicalismo, cegueras impropias de pueblo civilizado y otros pecadillos van a lograr que su miseria se blanquee de una u otra forma para desventura de la sociedad que somos. También es esa la miseria que tenemos todos: la de haber caído tan abajo que ya ni capaces de castigar a los peores somos. Así somos, así nos va.

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