Concordia
Un acertado colega de sección critica hoy con acierto el abandono del barco del capitán del crucero “Costa Concordia” cuando el “accidente” en la Isla de Giglio. En lo que creo se equivoca es en las razones del accidente.
El acercamiento a la costa viene obligado por la compañía para tener más éxito en el saturado mercado de los cruceros y puede no atenderlo, pero perdería el puesto de capitán, que es su oficio. En tierra los capitanes de Marina tienen muy pocas oportunidades.
Tuvo la desgracia de que la carta marina no reflejaba el bajo donde tocó y, cuando vio lo que ocurría, actuó como un buen capitán, buscó refugio en tierra y se encontró con otro error de la carta, figuraba playa y había un cantil. Al varar el barco por hundimiento, volcó sobre el cantil. Su error fue actuar como si estuviera atracado en puerto, donde el barco queda al mando del primer oficial, y ese no era el caso. Por eso arruinó su, hasta ese momento, brillante carrera. El castigo recibido fue justo, pero no por su incompetencia marinera.
Pertenecí al mundo de la mar, no soy marino, pero tuve muy cerca a un buen experimentado capitán que me lo explicó. Este capitán era mi hermano, ya fallecido. Hubo otro accidente en un crucero cuando una ola de proa rompió contra el puente y hubo muertos. El mismo problema, el capitán sabía que, con tiempo fuerte de proa, hay que quitar máquina, pero la compañía le obligaba a llegar a Barcelona a una hora determinada. Conservar el puesto de trabajo obliga a peligrosos sacrificios.
Aprovecho la ocasión para agradecer, una vez más, al colega su amable escrito del pasado día 15 titulado “Golpismo”, como ya hice en el mío de ayer, “Laminadores”.
Muchas gracias, amable colega de sección y probable de “ralea”.
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