La tardía reivindicación de la mujer
Siempre he sentido un gran respeto y admiración por la mujer, entre otras razones porque, ante todo y sobre todo, es transmisora de la vida humana, con amor y sacrificio, que nunca se le ha sabido o querido reconocer y agradecer, más bien todo lo contrario. Como estamos viendo casi a diario a bestias salvajes maltratando a su esposa o pareja. Y luego protestas y manifestaciones cuando lo que hay que hacer de una puñetera vez son leyes y cargos ejemplares. Por ejemplo, al maltratador, 20 año de prisión, y al asesino, cadena perpetua, sin beneficios ni revisiones, si no hay verdadero arrepentimiento, perdón y un cambio radical. Con el miedo guarda la viña, seguro que esas bestias se mirarían mucho antes de levantar la mano a su mujer o compañera.
Desde la noche de los tiempos la mujer nada representaba, no era nada, era más bien algo así como un objeto del hombre, a su capricho y servicio. Era analfabeta y no se la enseñaba a leer. Bueno, el analfabetismo estaba entonces generalizado y no solo en el pueblo, sino también en la nobleza. Por ejemplo, creo recordar que la reina Isabel de Castilla no sabía leer, un judío era su lector, además de asesor (estos judíos incluso llegaron a financiar también a la Reina Católica en su gran aventura del descubrimiento de América que protagonizó Colón) de mucha valía para la reina castellana.
Los primeros atisbos de la reivindicación de la mujer se puede decir que se produjeron a principios del siglo XX y, ya en la II República de 1931, esa reivindicación se hizo ya fuerte y sólida al poder ingresar en la Universidad y llegar, incluso, políticamente a ser diputada del Congreso, siempre con la proa del hombre machista. Hoy, son ministras y laboralmente se encuentran al mismo nivel que el hombre, que sin la mujer no es nada ni es nadie. Solo la sombra de sí mismo. Como uno sabe muy bien al haber perdido a la suya.
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